29 diciembre, 2010

J. Cheever: "La Navidad es triste para los pobres" /y II

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LA NAVIDAD ES TRISTE PARA LOS POBRES/ 2ª PARTE


La Navidad es triste para los pobres/1ª PARTE (comienzo del post)

(continuación)



Al mediodía, el olor de aves y caza había reemplazado al de tocino ahumado y café en el ámbito del ascensor, y la casa , como una gigantesca y compleja granja, estaba ensimismada en la preparación de un festín doméstico. Todos los niños y niñeras habían vuelto del parque. Abuelas y tías llegaban en enormes automóviles. La mayoría de la gente que atravesó el vestíbulo llevaba paquetes envueltos en papel de colores y lucía sus mejores pieles y ropas nuevas. Charlie siguió quejándose ante casi todos los inquilinos cuando éstos le deseaban Felices Pascuas, ya en su papel se solterón solitario, ya representando a un pobre padre, según su talante, pero aquella efusión de melancolía y la compasión que suscitaba no lograron mejorarle el ánimo.

A la una y media llamaron del piso nueve, y al subir encontró a míster DePaul que, de pie en la puerta de su piso, sostenía una coctelera y un vaso.
-Un pequeño brindis navideño, Charlie -dijo, y le sirvió una copa. Después apareció una sirvienta con una bandeja de platos cubiertos, y místress DePaul salió del cuarto de estar.
-Feliz Navidad,Charlie -dijo-. Le dije a mi marido que trinchara pronto el pavo para que usted pudiera probarlo, ¿sabe? No puse el postre en la bandeja porque tuve miedo de que se derritiera, así que cuando vayamos a tomarlo ya le avisaremos.
-¿Y qué es una Navidad sin regalos?-dijo míster DePaul, y sacó del recibidor una caja grande y plana que colocó encima de los cubiertos.
-Ustedes hacen que esto me parezca un auténtico día de Navidad -dijo Charlie. Las Lágrimas le asomaban a los ojos-. Gracias, gracias.


-¡Feliz Navidad! ¡Felices Pascuas! -exclamaron los otros, y vieron como Charlie se llevaba su comida y su regalo en el ascensor. Guardó ambas cosas en el vestidor cuando llegó abajo. En la bandeja había un plato de sopa, un pescado con crema y una ración de pavo. Sonó otro timbre, pero antes de contestar abrió la caja que le habían regalado y vio que contenía una bata. La generosidad de los DePaul y la bebida que había ingerido empezaban a hacerle efecto, y subió lleno de júbilo a la planta doce. La sirvienta de mistress Gadshill le esperaba en la puerta con una bandeja, y a su espalda estaba la anciana.
¡Felices Navidades Charlie! -le dijo. Él se lo agradeció y de nuevo fluyeron las lágrimas. Al bajar tomó un sorbo del vaso de jerez que había en la bandeja. La aportación de mistress Gadshill era un plato combinado. Comió con los dedos la chuleta de cordero. Sonaba el timbre otra vez; se limpió la cara con una toalla de papel y subió a la planta once.
-Feliz Navidad,Charlie -dijo mistress Fuller, que estaba en la puerta con los brazos llenos de paquetes envueltos en papel de plata, como en un anuncio comercial. Míster Fuller, a su lado, rodeaba con el brazo a su mujer, y ambos parecían a punto de llorar.
-Aquí tiene algunas cosas para llevar a sus hijos -dijo mistress Fuller-. Y esto es para su mujer, y esto otro para usted. Y si quiere llevarlo todo al ascensor, dentro de un minuto le tendremos preparada su comida.
Llevó todos los obsequios al ascensor y regresó en busca de la bandeja.
-¡Felices Pascuas, Charlie!- exclamó el matrimonio cuando él cerró la puerta. Guardó la comida y los regalos en el vestidor y abrió el paquete a su nombre. Dentro había una cartera de piel de cocodrilo con las iniciales de míster Fuller en la esquina. La bandeja contenía también pavo; comió con los dedos un pedazo de carne y lo estaba regando con bebida cuando sonó el timbre. Subió de nuevo. Esta vez eran los Weston.

-¡Feliz Navidad, Charlie! -le dijeron y le convidaron a un ponche de huevo, le ofrecieron pavo y le entregaron un regalo. El presente era también una bata. Luego llamaron del siete, y él subió y le dieron más comida y más obsequios. Sonó el timbre del catorce y cuando llegó arriba vio en el recibidor a mistress Hewing, vestida con una especie de salto de cama, llevando un par de botas de montar en una mano y varias corbatas en la otra. Había estado llorando y bebiendo.
-Felices Fiestas Charlie -dijo tiernamente-. Quería regalarle algo, he pensado en ello toda la mañana, he revuelto todo el apartamento, y éstas son las únicas cosas útiles para un hombre que he podido encontrar. Es lo único que dejó míster Brewer. Me figuro que las botas no le sirven para nada, pero ¿por qué no se queda con las corbatas?
Charlie las aceptó, le dio las gracias y volvió precipitadamente al ascensor, porque el timbre había sonado tres veces.

Hacia las tres de la tarde, Charlie tenía catorce bandejas de comida esparcidas por la mesa y por el suelo del vestidor, y los timbres seguían sonando. Cuando empezaba a probar un plato, tenía que subir y recoger otro, y en mitad del buey asado de los Parson tuvo que dejarlo para ir a buscar el postre del matrimonio DePaul. Dejó cerrada la puerta del vestidor, porque intuía que el acto de caridad es exclusivo y que a cada uno de sus amigos les habría disgustado descubrir que no eran ellos los únicos que trataban de aliviar su soledad.Había pavo, ganso, pollo, faisán, pichón y urogallo. Había trucha y salmón, escalopas a la crema, langosta, ostras, cangrejo, salmonete y almejas. Había pudin de ciruela, bizcocho con frutas, crema batida, trozos de helado derretido, tartas de varias capas, Torten, éclairs y dos porciones de crema Bávara. Tenía batas, corbatas, gemelos, calcetines y pañuelos, y uno de los inquilinos le había preguntado su número de cuello y después le había regalado tres camisas verdes. Había una tetera de cristal, llena -según rezaba la etiqueta-, de miel de jazmín, cuatro botellas de loción para después del afeitado, varios sujetalibros de alabastro y una docena de cuchillos de carne. La avalancha de caridad que Charlie había precipitado llenaba el vestidor y a ratos le hacía sentirse inseguro, como si hubiera abierto un manantial del corazón femenino que fuese a enterrarle vivo bajo una montaña de comida y batas.

No había hecho notables progresos en la ingestión de los platos, porque todas las raciones eran anormalmente grandes, como si los donantes hubieran pensado que la soledad genera un descomunal apetito.Tampoco había abierto ninguno de los regalos para sus hijos imaginarios, pero se había bebido todo lo que le habían dado, y en derredor yacían los posos de martinis, Manhattans, Old-Fashioneds, cócteles de champan con zumo de frambuesas, ponches, Bronxes y Side Cars.
Le ardía la cara. Amaba al mundo y el mundo le amaba a él. Al recordar su vida, la veía bajo una luz rica y maravillosa, rebosante de asombrosas experiencias y amigos excepcionales. Pensó que su trabajo de ascensorista -surcar de arriba abajo cientos de metros de peligroso espacio- requería el nervio y el intelecto de un hombre-pájaro. Todas las limitaciones de su vida, las paredes verdes de su habitación, los meses de desempleo, se desvanecieron.Nadie pulsó el timbre, pero entró en el ascensor y lo disparó a toda velocidad hasta el ático para descender de nuevo y volver a subir otra vez, a fin de poner a prueba su maravilloso dominio del espacio.

Sonó el timbre del doce mientras el viajaba, y se detuvo en el piso el tiempo necesario para recoger a mistress Gadshill. Cuando la caja inició el descenso, él soltó los mandos, en un paroxismo de júbilo y gritó:
-¡Ajústese el cinturón de seguridad, mistress! ¡Vamos a hacer acrobacia aérea!
La pasajera chilló. Después por alguna razón, se sentó en el suelo del ascensor. ¿Por qué la mujer estaba tan pálida?, se preguntó Charlie. ¿Por que se había sentado en el suelo ? Ella lanzó otro chillido. Hizo que la caja se posase suavemente e incluso, a su juicio, hábilmente, y se abrió la puerta.
-Siento haberla asustado, mistress Gadshill- dijo mansamente-. Estaba bromeando.
Ella gritó de nuevo. A continuación salió al vestíbulo llamando a gritos al superintendente.
El superintendente del inmueble despidió en el acto a Charlie, y ocupó el puesto de éste en el ascensor.

La noticia de que se había quedado sin empleo escoció a Charlie durante un minuto. Era su primer contacto del día con la mezquindad humana. Se sentó en el vestidor y empezó a roer un mondadientes. El efecto de las bebidas empezaba a abandonarle, y aun cuando no había cesado todavía, preveía una sobriedad fatal. El exceso de comida y regalos comenzó a provocarle una sensación de culpabilidad y desprecio por si mismo. Lamento amargamente haber mentido con respecto a sus imaginarios hijos. Era un solterón con necesidades bastante elementales. Había abusado de la bondad de los inquilinos. Era despreciable.

Entonces, mientras desfilaba por su pensamiento una secuencia de ideas ebrias, evocó la nítida silueta de su casera y de sus tres hijos flacuchos. Pudo imaginárselos sentados en el sótano. La alegría de la Navidad no había existido para ellos. La escena le llegó al alma. Darse cuenta de que él se hallaba en condiciones de dar, de hacer dichoso al prójimo sin el menor esfuerzo, le devolvió la sobriedad. Cogió un gran saco de arpillera que se usaba para la recogida de basuras y empezó a llenarlo, primero con sus propios regalos y luego con los obsequios para los niños que no tenía. Procedió con la prisa de un hombre cuyo tren se acerca a la estación, porque apenas era capaz de esperar el momento en que aquellas largas caras se iluminasen cuando él cruzara la puerta. Se cambió de ropa y espoleado por una desconocida y prodigiosa sensación de poderío, se echó el saco al hombro como un Santa Claus cualquiera, salió por la puerta trasera y fue en taxi a la zona baja del East Side.

La patrona y sus hijos acababan de comerse el pavo que les había mandado el Club Demócrata local, y estaban ahítos e incómodos cuando Charlie empezó a aporrear la puerta y a gritar :"¡Feliz Navidad!". Arrastró el saco tras él y derramó por el suelo los regalos de los niños. Había muñecas y juguetes musicales, cubos, costureros, un traje de indio, un telar, y tuvo la impresión de que, en efecto, como había esperado, su llegada disipaba la melancolía reinante. Una vez abierta la mitad de los regalos, dio un albornoz a la patrona y subió a su cuarto a examinar las cosas con que le había obsequiado.

Ahora bien, los hijos de la casera habían recibido tantos regalos antes de que llegase Charlie, que estaban confusos con aquella avalancha; la patrona guiada por una instintiva comprensión de la naturaleza de la caridad, les permitió abrir varios paquetes mientras Charlie estuvo en la habitación, pero luego se interpuso entre los niños y los objetos que quedaban sin abrir.

- Eh, chicos, ya tenéis bastante -dijo-. Ya habéis recibido vuestros regalos. Mirad todas las cosas que os han dado. Fijaos, ni siquiera habéis tenido tiempo de jugar con la mitad. Mary Anne, ni has mirado esa muñeca que te dio el Cuerpo de Bomberos. Sería una hermosa acción coger todo esto que sobra y llevarlo a esa pobre gente de Hudson Street: a los Deckkers. No habrán tenido regalos.

Un aura beatífica iluminó la cara de la casera cuando advirtió que podía dar, podía ser heraldo de alegría, mano salvadora en un caso de mayor necesidad que el suyo, y, al igual que mistress DePaul y mistress Weston, al igual que el mismo Charlie y mistress Deckker, que a su vez había de pensar posteriormente en los pobres Shannon, se dejó invadir primero por el amor, luego por la caridad y finalmente por una sensación de poder.
-Vamos niños, ayudadme a recoger todo esto. De prisa, vamos, de prisa -dijo, porque ya había oscurecido y sabía que estamos obligados mutuamente a una benevolencia dispendiosa un solo y único día, y que ese día concreto estaba casi a punto de acabar. Estaba cansada, pero no podía quedarse tranquila, no podía descansar.




FIN

24 diciembre, 2010

John CHEEVER," La Navidad es triste para los pobres"/ I.

La Navidad es triste para los pobres II


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John Cheever (Massachusetts,1912-Nueva York, 1982)



Se le considera uno de los grandes escritores de EE.UU por la maestría de sus narraciones cortas y la prosa inspirada que le convierten en un clásico contemporáneo.Entre sus cuentos uno de los  más conocidos, El nadador (The Swimmer, 1954), fue llevado al cine en 1968 y permanece como una película memorable por la interpretación de Burt Lancaster y la potente historia  que la sustenta.


La vida literaria de Cheever se inicia con una leyenda, la expulsión del colegio de secundaria, como un Holden Caulfield  avant la lettre, por confusos motivos, puede que por fumar...aunque no está claro.Con la expulsión acabó su vida académica reglada y comenzó un aprendizaje de autodidacta del que se sentía orgulloso; también fue el inició de su vida literaria con el relato The Expelled (Expulsado), basado en los hechos y publicado en The New Republic en 1930.Pero su vida de narrador había empezado antes . Lo cuenta en la entrevista que le hizo The Paris Review en 1976:
"Solía contar historias. Fui a una escuela permisiva llamada Thayerland. Me encantaba contar historias, y si todos hacíamos los cálculos aritméticos -era una escuela muy pequeña -sólo éramos dieciocho o diecinueve estudiantes-, la profesora prometía que yo contaría una historia. Contaba historias por entregas. Era muy astuto por mi parte porque sabía que si no acababa la historia al terminarse el tiempo, que era una hora, entonces todos querrían escuchar el final la siguiente vez."


Sus relatos tienen una precisión casi geométrica, ingenio , talento y un lirismo oculto y amargo de quien cree, como buen expelled que todos los paraísos están perdidos y para siempre; es el estilo que le hizo uno de los autores preferidos del New Yorker, la revista que haría proverbial la calidad de sus colaboradores literarios y que fue la primera en publicar a Nabokov en Estados Unidos.En la interesante entrevista de The Paris Review Cheveer declaraba entre otras cosas sobre su forma de escribir: "No trabajo con tramas. Trabajo con la intuición, la percepción, los sueños, los conceptos".



La Navidad es triste para los pobres, fue publicado en The New Yorker el 24 de diciembre de 1949, y Cheever en sus Diarios habla de él como "un cuento razonablemente divertido".No es su mejor cuento , pero todos los cuentos de Cheever son buenos y es el más adecuado de los suyos para estas fechas , como lo sería Cuento de Navidad si el autor elegido fuera Dickens. Pero aquí no hay ningún Mr. Scrooge ni espíritus, ni ninguna enseñanza moral o si las hay son de clase muy diferente.


Cheever muestra en esta historia, con ironía y hasta un poco de humor y burla amable, la mezcla compleja y contradictoria de que están hechas las acciones y los sentimientos humanos: luces , sombras, mezquindad y altruismo, inocencia y maldad. Una de las características de su lucidez, sombría generalmente, es la captación de los personajes a partir de atisbos , apenas perceptibles del carácter, como si tuviera presente lo que dejó dicho en sus diarios "cuando la autodestrucción entra en el corazón, al principio parece un grano de arena".
Se le relaciona, por su calidad de cuentista con Chéjov , y también posee la afilada penetración psicológica de Dostoievski, y como sucede con el autor de Crimen y castigo,  cuando se le lee ya no le es posible al lector mantener el mismo nivel de autoengaño a que estaba acostumbrado. 
La crítica le considera un escritor "first class", a pesar de que él en sus diarios pusiera amargamente en duda que fuera valorado así y sufriera por ello. En este relato la mirada irónica se desliza -en ascensor- por distintas escalas sociales que practican la generosidad y la bondad a fecha fija marcada por el calendario cristiano- y en muchos aspectos sobreactúan y no salva a nadie aunque se permite momentos de humor y ser menos cáustico de lo que acostumbra; porque después de todo ... es Navidad.






LA NAVIDAD ES TRISTE PARA LOS POBRES

Primera Parte



La Navidad es una fecha triste. La frase acudió a la mente de Charlie un instante después de que el despertador sonara, trayéndole otra vez la depresión amorfa que le había perseguido toda la tarde anterior. Al otro lado de la ventana, el cielo estaba negro. Se sentó en la cama y tiró de la cadenilla de la luz que colgaba delante de su nariz. Navidad es el día más triste del año, pensó. De todos los millones de personas que viven en Nueva York, soy prácticamente el único que tiene que levantarse en la fría oscuridad de las seis de la mañana el día de Navidad; prácticamente el único.
Se vistió, y al bajar las escaleras desde el piso superior de la pensión donde vivía, sólo oyó unos ronquidos, para él groseros; las únicas luces encendidas eran las que se habían olvidado de apagar. Desayunó en un puesto ambulante que no cerraba en toda la noche,y, en un tren elevado, marchó hacia la parte alta de la ciudad. Recorrió la Tercera Avenida hasta desembocar en Sutton Place. El vecindario estaba a oscuras. Los edificios levantaban, a ambos lados de las luces callejeras, muros de ventanas negras. Millones y millones de personas dormían, y aquella pérdida general de consciencia generaba una impresión de abandono, como si la ciudad se hubiera desmoronado, como si aquel día fuese el fin del tiempo.


Abrió las puertas de hierro y cristal del edificio de apartamentos donde trabajaba como ascensorista desde hacía seis meses, cruzó el elegante vestíbulo y entró en el vestidor de la parte trasera. Se puso el chaleco a rayas con botones de latón, un falso foulard, unos pantalones con una franja azul claro en la costura, y una chaqueta. El ascensorista de noche dormitaba en el banquillo dentro del ascensor. Charlie le despertó. El hombre le dijo con voz espesa que el portero de día se había puesto enfermo y que no vendría. Enfermo el portero, Charlie no dispondría de tiempo para almorzar, y muchísima gente le pediría que saliera a buscar un taxi .


Charlie llevaba trabajando unos minutos cuando le llamaron desde el piso catorce. Era un tal Hewing, que - Charlie se había enterado por casualidad- tenía fama de inmoral. Mistress Hewing todavía no se había acostado y entró en el ascensor ataviada con un vestido largo bajo el abrigo de pieles. La acompañaban dos perros de aspecto raro. Él la bajó y miró cómo salía a la oscuridad de la calle y acercaba los perros al bordillo. No estuvo fuera sino unos minutos. Volvió a entrar y él subió con ella otra vez a la planta catorce. Al salir del ascensor, ella dijo:
-Felices Pascuas Charlie.
-Bueno, para mí no es hoy precisamente un día festivo mistress Hewing-dijo él-.Creo que las Navidades son las fechas más tristes del año. Y no es porque la gente de esta casa no sea generosa, quiero decir, recibo muchas propinas, pero, sabe usted, vivo solo en un cuarto de alquiler y no tengo familia ni amistades, o sea, que la Navidad no es para mí una fiesta.

- Lo siento Charlie- dijo mistress Hewing-. Yo tampoco tengo familia. Es bastante triste estar solo ¿verdad?
Llamó a los perros y entró tras ellos en su apartamento. Él volvió a bajar en el ascensor.
Todo estaba tranquilo, y Charlie encendió un cigarrillo. A aquella hora, la calefacción del sótano acompasaba la respiración del edificio con su vibración regular y profunda, y los tétricos ruidos de vapor caliente que despedía la caldera empezaron a resonar primero en el vestíbulo y después en cada uno de los dieciséis pisos. Aquel despertar puramente mecánico no alivió la soledad ni el mal humor del ascensorista. La oscuridad al otro lado de las puertas de cristal se había vuelto azul, pero aquella luz azulada parecía carecer de origen; como surgida en medio del aire. Era una luz lacrimosa, y a medida que iba invadiendo la calle vacía, Charlie tuvo ganas de llorar. Entonces llegó un taxi y los Walser se apearon borrachos y vestidos con trajes de noche, y él los subió al ático. Los Walser le hicieron rumiar la diferencia entre su propia vida en un cuarto de pensión y la vida de la gente que residía allí arriba. Era terrible.

Después empezaron a llamar los que madrugaban para ir a la iglesia, que aquella mañana no fueron sino tres personas. Algunos más salieron hacia la iglesia a las ocho en punto, pero la mayoría de los inquilinos siguió durmiendo, aun cuando el olor a tocino ahumado y café ya penetraba en la caja del ascensor.

Poco después después de las nueve, una niñera bajó con un niño. Tanto ella como él exhibían un bronceado intenso; Charlie sabía que acababan de volver de las Bermudas. Él nunca había estado en las Bermudas. Él, Charlie, era un prisionero confinado ocho horas al día en una caja de dos por dos y medio metros, a su vez confinada en un vano de dieciséis pisos. En un inmueble u otro, llevaba diez años ganándose la vida como ascensorista.
Según sus cálculos, el trayecto promedio venía a tener un octavo de milla, y, cuando pensaba en los miles de millas que había recorrido sin moverse del sitio, cuando se imaginaba a sí mismo conduciendo el ascensor a través de la bruma por sobre el mar Caribe y posándose en una playa de coral de las Bermudas, no atribuía a la naturaleza misma del ascensor la estrechez de sus viajes: para él, los pasajeros eran los culpables de su confinamiento, como si la presión que aquellas vidas ejercían sobre la suya le hubiese cortado las alas.

En todo esto pensaba cuando llamaron los DePaul, que vivían en el piso nueve. Le desearon una Feliz Navidad.
-Bueno, son ustedes muy amables por pensar en mí- les dijo mientras bajaban-, pero para mí no se trata de un día festivo. La Navidad es una fecha triste cuando uno es pobre. Vivo solo en un cuarto de alquiler. No tengo familia.
-¿Con quién va a comer hoy, Charlie? -preguntó mistress DePaul.
-No voy a tener comida navideña -dijo Charlie-. Nada más que un bocadillo.
-¡Oh, Charlie! -Mistress DePaul era una mujer corpulenta, de corazón vehemente, y la queja de Charlie cayó sobre su talante festivo como un súbito chubasco-.Ojalá pudiéramos compartir con usted nuestra comida de Navidad -dijo-. Yo soy de Vermont, sabe, y cuando era niña, ¿me entiende?, solíamos sentar mucha gente a nuestra mesa. El cartero,sabe,y el maestro y cualquiera que no tuviese familia propia, ¿no?, y ojalá pudiéramos compartir nuestra comida con usted, digo, como entonces, y no veo por qué no podemos. No podremos sentarle a nuestra mesa porque no puede usted dejar el ascensor, ¿no es cierto?, pero en cuanto mi marido trinche el pavo, le daré un timbrazo y prepararé una bandeja para usted, ya verá, y quiero que usted suba y comparta, aunque sea así, nuestra comida de Navidad.

Charlie les dio las gracias, sorprendido por tanta generosidad, pero se preguntó si no olvidarían su promesa al llegar los parientes y amigos del matrimonio.
Luego llamó la anciana Mistress Gadshill, y cuando ella le deseó Felices Fiestas, él inclinó la cabeza.
-Para mí no es precisamente fiesta -dijo-. La Navidad es un día triste para los pobres. No tengo familia, ¿sabe? Vivo sólo en una habitación de huéspedes.
-Yo tampoco tengo familia, Charlie -dijo mistress Gadshill. Habló con deliberada amabilidad, pero su buen humor era forzado-. Es decir, hoy no tendré conmigo a ninguno de mis chicos. Tengo tres hijos y siete nietos, pero nadie encuentra manera de venir al Este a pasar las Navidades conmigo. Yo entiendo sus problemas, desde luego. Ya sé que es difícil viajar con niños en vacaciones, aunque yo siempre me las arreglaba cuando tenía su edad, pero la gente tiene distintas formas de ver las cosas, y no podemos juzgarla por lo que no entendemos. Pero sé cómo se siente Charlie. Yo tampoco tengo familia. Estoy tan sola como usted.

El discurso de la anciana no conmovió a Charlie. Sí, quizás estuviera sola, pero tenía un apartamento de diez habitaciones y tres criadas y mucha, muchísima pasta y diamantes por todas partes; y había cantidad de niños pobres en los suburbios que se darían por muy satisfechos si tuvieran ocasión de atrapar la comida que su cocinera tiraba. Entonces pensó en los niños pobres. Se sentó en una silla del vestíbulo y se puso a pensar en ellos.

Ellos se llevaban la peor parte. A partir de otoño comenzaba toda aquella agitación a propósito de las Navidades y de que eran fechas dedicadas a ellos. Después del día de Acción de Gracias, no podían sustraerse a ello. Guirnaldas y adornos por todas partes, campanas repicando, árboles en el parque, Santa Claus en cada esquina y fotos en diarios y revistas, y en todas las paredes y ventanas de la ciudad les anunciaban que los niños buenos tendrían cuanto quisieran. Aunque no supiesen leer sabrían esto. Aunque fuesen ciegos. Estaba en la atmósfera que los pobres críos respiraban. Cada vez que salían de paseo veían todos aquellos juguetes caros en los escaparates; escribían cartas a Santa Claus y sus padres y madres les prometían echarlas al correo, y cuando los niños se habían ido a la cama, las quemaban en la estufa. Y al llegar la mañana de Navidad, ¿cómo explicarles, cómo decirles que Santa Claus sólo visitaba a los niños ricos, que nada sabía de los niños buenos? ¿Cómo mirarles a la cara, cuando todo lo que uno podía regalarles era un globo o un pirulí?.

Al volver a casa unas cuantas noches atrás, Charlie había visto a una mujer y a una chiquilla que bajaban por la calle Cincuenta y nueve. La niña lloraba. Adivinó que estaba llorando, y supo que lloraba porque había visto en los escaparates todos los juguetes de las tiendas y no alcanzaba a comprender por qué ninguno era para ella. Imaginó que la madre era sirvienta, o quizá camarera, y las vio camino de vuelta a una habitación como la suya, con paredes verdes y sin calefacción, para cenar una lata de sopa el día de Nochebuena. Y vio luego cómo la niña colgaba en alguna parte sus raídos calcetines y se quedaba dormida, y vio a la madre buscando en su bolso algo que meter en los calcetines...El timbre del piso once interrumpió su ensoñación.
Subió; míster y mistress Fuller estaban esperando. Cuando le desearon Feliz Navidad, él dijo:
-Bueno, para mí no es precisamente fiesta, mistress Fuller. La Navidad es un día triste cuando uno es pobre.
-¿Tiene usted hijos, Charlie?- preguntó ella.
-Cuatro vivos -dijo él-.Dos en la tumba. -Se sintió abrumado por la majestad del embuste-. Mi mujer está inválida- añadió.
-Qué triste, Charlie -dijo mistress Fuller. Salió del ascensor cuando llegaron a la planta baja, y se dio media vuelta-. Voy a darle algunos regalos para sus hijos, Charlie. Mi marido y yo vamos a hacer una visita, pero cuando volvamos le daremos algo para sus niños.

Él dio las gracias. Luego llamaron del cuarto piso, y subió a recoger a los Weston.
-No es que sea un día festivo para mí -les dijo cuando le desearon Feliz Navidad-. Es una fecha triste para los pobres. Ya ven, yo vivo solo en una pensión.
-Pobre Charlie -dijo mistress Weston-. Sé exactamente cómo se siente. Durante la guerra cuando míster Weston estaba lejos, yo pasé sola las Navidades. No tuve comida navideña, ni árbol ni nada. Me preparé unos huevos revueltos, me senté y ,me eché a llorar.
Su marido, que ya estaba en el vestíbulo, la llamó impacientemente.
-Sé exactamente cómo se siente usted -dijo mistress Weston. (fin de la primera parte/continuará con la segunda y última)


-Segunda Parte, continuación y final del cuento:La Navidad es triste para los pobres II


Otro relato de Cheever, "Una visión del mundo"






John CheeverLa edad de oro. Narradores de hoy. Bruguera


09 diciembre, 2010

Darío Jaramillo Agudelo/ Gatos

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Darío Jaramillo, nació en Antioquia, Colombia en 1947. Es capaz de transformar en materia poética, como en este caso, asuntos "mínimos"si los hubiera en poesía , o de convertir en versos la complejidad de Cuadernos de música

Es también profundo analista y crítico literario de la obra poética del venezolano Rafael Cadenas y del peruano José Watanabe en la edición de las obras completas que edita Pre-Textos

Paul KLEE, Gato con pájaro, 1928,MoMA




LA luna dora los techos,
Inesperadas, aparecen las sombras de los gatos.
Son tan sigilosos
que son solamente sus sombras.
Ellos ven todo sin ser vistos
y todo debe estar quieto mientras se mueven
para que ellos puedan sentirse inmóviles,
los gatos, sus sombras.


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LOS gatos negros pasamos por debajo de
las escaleras sin darnos cuenta.
A la hora de la cena, a la mesa podemos estar
trece.
Los gatos negros nos juntamos con los gatos
negros.
Los gatos negros no creemos en la suerte
o el azar.
La plana ya está escrita
y no cambia por un rumbo, por una cifra
o por otro gato.
Sabemos que existe el destino
y que los gatos negros nos iremos para el cielo.


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NUBE en forma de gato:
gato que come lunas,
sigiloso carnívoro del cielo,
disfrazado de nube
o embozado de oscuro,
gato que devora estrellas.
Agazapado, vigila las órbitas
y las engulle en la noche,
gato que come lunas.


Darío Jaramillo, Gatos, Pre-Textos.

26 noviembre, 2010

SPIKE JONZE presenta...

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Siguiendo las indicaciones de El Cultural ,se llega a I'm Here, el corto de Spike Jonze (Cómo ser John Malkovich), que, siempre según Juan Palomo, inaugura el género de ciencia ficción romántica con "extraordinaria magia" y es que, añade, "A veces el mejor cine está en la web".
Resultado de imagen de Sìke jonze







19 noviembre, 2010

VAN GOGH, una biografía muy particular

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De las cartas de Rainer Maria RILKE a su mujer, la escultora Clara Rilke, en la remitida desde París el 3 de octubre de 1907 (jueves), le  comenta  una carpeta de dibujos de Van Gogh que le han prestado y le cuesta devolver; y , como de pasada, bosqueja una biografía del pintor holandés breve pero  poco convencional. Y con trazos certeros -como los de un buen pintor que en un rápido diseño concentra la máxima expresión y belleza- logra capturar la esencia del pintor holandés en una semblanza conmovedora.

Paul Gauguin, retrata a Van Gogh pintando girasoles,1888, ól/lz, 73 x 92, Amsterdam, Van Gogh Museum
"...¡Si estuvieras a mi lado ante la carpeta de Van Gogh (que con gran pesar voy a devolver) ! Me han hecho mucho bien estos dos días: era justo el momento. Cuántas cosas verías tú en ella que aún no puedo ver yo. Quizá no habrías leído la pequeña nota biográfica, de apenas una decena de líneas, que precede al índice, entregándote toda tú al solo mirar. Es muy concreta, y sin embargo, extraordinariamente rica de lectura.
Marchante de cuadros, y al comprender tres años después que no, que no era esto, modesto maestro de escuela en Inglaterra. Y en esto la resolución: meterse cura. Se va a Bruselas a aprender griego y latín. Pero, ¿por qué este rodeo? ¿No hay en algún lado gente que no le exija griego y latín a su predicador? Se convierte así en lo que llaman un evangelista, y se va a las cuencas carboníferas y les cuenta el Evangelio a las gentes. Y mientras lo cuenta empieza a dibujar. Y al fin ni se da cuenta de cómo se calla, y ya sólo dibuja.
Y desde entonces ya no hace otra cosa, hasta que le llega la última hora, cuando se decide a romper con todo, porque quizá durante semanas no le fuera posible pintar; esto de dejarlo todo, la vida antes que nada, le parece natural. ¡Qué biografía! ¿Es de veras cierto que ahora todo el mundo hace como si entendiera, esto y los cuadros surgidos de ello ? ¿Marchantes y críticos de arte, no deberían, en el fondo, mostrarse más perplejos o indiferentes ante este encantador fanático, en el que revive algo de san Francisco?
                                             Van Gogh, Autorretrato
Me asombro de su rápida fama. ¡Ay, cuánto también él había quitado y quitado!En el autorretrato de la carpeta tiene mal aspecto, atormentado casi desesperado, pero no calamitoso: Como cuando a un perro le va mal. Tiende el rostro y se advierte, objetivamente, que noche y día lo pasa mal.Pero en sus cuadros (L'arbre fleuri) ya se ha enriquecido la pobreza: un gran resplandor interior. Y así lo ve todo, como pobre: basta con cotejar sus Parques. Lo dice con toda tranquilidad, con toda sencillez, como para gente pobre que pueda entenderlo; sin prestar atención a la exuberancia que hay en los árboles; como si esto ya supusiera alguna parcialidad.
                                        L'arbre fleuri


No está de ningún lado, ni del de los parques, y su amor por todas las cosas va hacia lo anónimo y se mantiene oculto a él mismo. No muestra su amor. Lo tiene. Y lo saca de él y lo mete rápidamente en el trabajo, en lo más profundo e imparable del trabajo: ¡deprisa!, ¡que nadie lo vea! Así se le siente en estas cuarenta láminas: ¿no te has encontrado un poco a mi lado, ante esta carpeta?"




R.M.Rilke, Cartas sobre Cézanne, Paidós estética.

más sobre RILKE o VAN GOGH:
rilke-jan-van-eyck-
rainer-maria-rilke-que
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06 noviembre, 2010

AI WEIWEI & sus 100 millones de semillas de girasol de porcelana hechas a mano y pintadas una a una

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El tiburón en formol de Damien Hirst se ha convertido en una metáfora  de la extravagancia y la ocurrencia estética que tanto abundan en el arte contemporáneo; en el no contemporáneo ya el paso del tiempo ha hecho la limpieza que equivale  al olvido. Las fronteras de lo qué es arte se han dilatado tanto que se han roto y por los flancos abiertos se han podido colar todo tipo de excentricidades capaces de épater le bourgeois y que muchas veces se aceptan sin atreverse a insinuar que el rey tal vez esté desnudo.


Galeristas , museos, organizadores de eventos artísticos y a veces críticos, han contribuido a ello; porque el mercado del arte mueve millones, no hay más que ver los periódicos de hace pocos días con las últimas cotizaciones de Modigliani y Juan Gris disparadas a pesar de la crisis, o por ella porque los consagrados se consideran valores seguros.

Muchas de las pretendidas obras de arte actuales -en todo tipo de soporte- son genialoides más que geniales y no pasarán la criba del tiempo; aunque ,mientras tanto ,algunos osados tengan su cuarto de hora de gloria que diría Andy Warhol y puedan ser premiados por jurados de criterio líquido o gaseoso, e incluso los premiados se permitan rechazar el premio, ha sucedido recientemente, como supremo gesto antisistema con la consiguiente repercusión publicitaria tan apreciada por el mismo sistema y la correspondiente  subida de cotización. Actualmente casi todo es mercado y sólo el resto puede ser o no arte.

El arte conceptual parece admitirlo todo: pensamiento visual; una idea, pero ¿qué idea? y  ¿cómo plasmarla plásticamente para que agite al espectador como emoción estética? ; de cómo se resuelva depende que la obra caiga del lado del arte o del de la simple basura artística. Algunas obras , las menos de todo lo que se ofrece cada minuto en cada metro cuadrado del planeta, permanecerán y no será sólo por su valor conceptual sino y sobre todo por su valor  poético; porque emitan la energía capaz de activar  sensaciones y atravesar la piel hasta producir emociones verdaderas de origen estético y  las obras de Ai Weiwei sí parecen pertenecer a esa privilegiada minoría.





de hoy, 6 de noviembre trae una noticia (p.4) y un artículo (p.29) dedicados a Ai Weiwei. La noticia es la sorprendente detención del artista por las autoridades chinas; el artículo del arquitecto y editor Luis Fernández Galiano. Primero va la noticia,que se ha producido, es razonable pensarlo, después de estar escrito el artículo, luego el comentario sobre el arte que practica Weiwei y el simbolismo político de su instalación en la Tate de Londres. Esas pipas de girasol todas iguales y todas distintas desbordan la referencia a China para convertirse en comparación exacta de todos los seres humanos.

Nido de pájaro, el estadio para los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008  diseñado por el arquitecto y activista chino Ai Wei Wei junto con los suizos Herzog y de Meuron.


I.- El artista disidente chino Ai Weiwei, bajo arresto domiciliario AGENCIAS - Pekín / Oslo - 05/11/2010

El renombrado artista chino Ai Weiwei recibió ayer una orden de arresto domiciliario un día después de anunciar la organización de una cangrejada el próximo domingo en Shanghái para celebrar la demolición de su estudio en la capital económica del país. El mismo Ai lo anunció en un mensaje en la red social Twitter en el que explicaba que la orden le impide alejarse de su casa en Pekín hasta el 7 de noviembre.

Ai, conocido entre otras cosas por ser el autor del Nido de Pájaro, el vanguardista estadio de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, no podrá acudir al banquete, en el que jugaba con la simbología oficial. Tenía previsto servir 10.000 cangrejos: 10.000 es un número muy utilizado en los eslóganes maoístas y la palabra china para cangrejo de río se parece a "armonía", uno de los conceptos clave de la propaganda del Partido Comunista Chino.

Las autoridades chinas ordenaron esta semana la demolición del estudio de Ai en Shanghái aduciendo que el proyecto es ilegal. El artista, que asegura que fue invitado por el Gobierno local a realizar la construcción, cree que la verdadera razón de la orden es su apoyo a los disidentes y sus críticas a la política de Pekín.

Presión de la UE
El anuncio de la detención de Ai llegó el mismo día en el que los embajadores de la Unión Europea reiteraron que, a pesar de las presiones de Pekín, participarán el 10 de diciembre en Oslo en la ceremonia en honor del disidente Liu Xiaobo. Liu, que cumple una condena de 11 años de prisión por "incitar a la subversión del poder del Estado", fue premiado con el Nobel de la Paz a principios de octubre. Según fuentes diplomáticas, el Gobierno chino envió cartas a los embajadores en Oslo advirtiéndoles de que no asistan a la ceremonia y no participen en "actividades contra China".






II.- TRIBUNA: LUIS FERNÁNDEZ-GALIANO

Semillas de porcelana

Los contrastes de la China actual, pero también los dilemas de nuestro mundo, están encapsulados en esa extensión de pipas de girasol iguales y distintas con las que Ai Weiwei ha alfombrado la Tate londinense
LUIS FERNÁNDEZ-GALIANO 06/11/2010

Ai Weiwei ha alfombrado la Tate londinense con 100 millones de pipas de girasol. Realizadas en porcelana y pintadas una a una por un ejército de 1.600 artesanos, las delicadas semillas cerámicas cubren el suelo de la gigantesca Sala de Turbinas con una gruesa capa que cruje bajo la pisada, formando un paisaje interior que es a la vez un manifiesto poético y una declaración política. El artista, arquitecto y activista chino, que diseñó con los suizos Herzog y de Meuron el estadio Nido de pájaro para los Juegos Olímpicos de Pekín en 2008, ha alcanzado con sus Sunflower Seeds una rara amalgama entre la excelencia estética y el compromiso ciudadano. Los contrastes de la China contemporánea, pero también los dilemas de nuestro mundo, están encapsulados en esa extensión interminable de semillas iguales y distintas.

La singularidad de estos objetos diminutos, que pese a su número inimaginable rehúyen la reproducción mecánica, remite desde luego al conflicto entre individuo y masa que, si en China se manifiesta de forma dramática, tampoco es ajeno a nuestras sociedades industriales y urbanas. Al cabo, la irritación de los dirigentes chinos con la concesión del Nobel a Liu Xiaobo traduce el desconcierto ante la celebración de una minúscula pipa de girasol que pone los derechos humanos individuales por encima del bienestar material de millones de personas, en el marco unánime del consumismo-leninismo que articula y legitima el régimen: un capitalismo de Estado que florece también en otras latitudes, de Rusia al Golfo, y al que la crisis financiera de 2008 ha otorgado una inesperada popularidad.


Vivimos aún bajo la sombra del colapso de Lehman un 15 de septiembre, y quizá sea cierto, como aventuran algunos analistas anglosajones, que esa fecha cambió el mundo más aún que el ominoso 11 de septiembre, porque si es difícil pensar en la emergencia de un califato islámico global como telón de fondo geopolítico del 11-S, no hay que forzar la imaginación para reconocer el 15-S como un punto de inflexión que señala el tránsito desde la hegemonía estadounidense hacia un planeta multipolar donde Asia se perfila como el continente del siglo XXI, y China es ya la segunda potencia económica. El Estado con más reservas de divisas y más volumen de exportaciones es también el más ambicioso comprador de empresas energéticas y de materias primas en África y América Latina, antiguos patios traseros de europeos y norteamericanos, y este auge económico alimenta la autoestima de un País del centro que nunca se ha sentido culturalmente inferior a Occidente.


Poco después del sorpasso de Japón por China en agosto de 2010 -cuando se hicieron públicos los datos del segundo trimestre del año-, y con ocasión de sendas conferencias en las universidades de Tongji y Tsinghua, dos instituciones en Shanghái y Pekín donde se forman las élites del país, he podido oír a jóvenes de ambas ciudades expresarse en casi idénticos términos: "Somos los estudiantes de la segunda potencia, y dentro de 15 años seremos los dirigentes de la primera". Ante tal aplomo, no es posible evitar el contraste con nuestros propios jóvenes, empujados por la crisis a elegir entre el estancamiento interior y una emigración que drena a España de los mejores y despilfarra los recursos empleados en su formación. No parece que estemos en situación de dar muchas lecciones macroeconómicas a China, y tampoco, me temo, de argumentar la superioridad de nuestras élites políticas democráticas respecto a las que dirigen ese país.


La instalación de Ai Weiwei evoca, con su abrumadora multiplicación de elementos, la colosal potencia demográfica de China, y a la vez evita la exaltación nacionalista al elegir como símbolo las humildes pipas de girasol, que se compartían como un gesto de solidaridad humana y de amistad "en un tiempo de extrema pobreza, represión e incertidumbre". El artista, hijo del poeta Ai Qing, pasó su infancia y primera juventud en el remoto campo de trabajo al que su padre fue deportado durante la Revolución Cultural, y él mismo emigró a los Estados Unidos en cuanto tuvo ocasión, regresando a China en 1993 tras más de una década en Nueva York. Esa experiencia biográfica está presente en una obra a la vez radicalmente china y profundamente crítica, que combina un material tan precioso y característico del país como la porcelana con la cita cáustica de los omnipresentes retratos de Mao rodeado de girasoles vueltos todos hacia su luz deslumbrante.

Si la repetición de objetos cotidianos puede entenderse en clave pop, aquí el número de ellos es tan extraordinario que aproxima la obra a la estética romántica de lo sublime, por más que el mero esfuerzo logístico de la ejecución demande la habilidad pragmática del arquitecto de grandes construcciones, como el nuevo aeropuerto proyectado por Norman Foster en Pekín, la mayor obra del planeta, que Ai Weiwei documentó minuciosamente fotografiándolo cada semana durante tres años. Las semillas de porcelana reunidas en la Tate, como cualquier objeto de ese material exquisito, requieren un proceso que consta de 30 operaciones diferentes, desde la extracción del caolín hasta el último horneado -solo la pintura exige entre tres y cinco pinceladas por cada cara, dependiendo de la destreza del artesano-, y puede suponerse el desafío, amén de la inyección económica, que el proyecto supuso para Jingdezhen, una antigua ciudad que vive aún de este arte o industria languideciente.

Cien millones, desde luego, es una cifra difícil de imaginar, y, sin embargo, Ai Weiwei subraya que es solo una cuarta parte de los usuarios chinos de Internet, a los que el artista se dirige con un blog cultural y político de amplio seguimiento -por ahora solo en chino mandarín, aunque los visitantes de la Tate pueden grabar para él vídeos en inglés- que le ha procurado diferentes problemas con el Gobierno, desde la censura experimentada por sus denuncias de las construcciones escolares deficientes que causaron la muerte de miles de niños en el terremoto de Sichuan hasta las agresiones físicas y la videovigilancia de su casa y estudio en Pekín (esta misma semana, la policía ha demolido el que tenía en Shanghái). Pero la Red y los nuevos medios son el territorio donde se desarrolla hoy el diálogo artístico y político, y si Hu Jintao o Wen Jiabao invitan a la población a escribirles e-mails y celebran chats en la Red, Ai Weiwei instala en el pabellón danés de la Expo de Shanghái una cámara idéntica a la que vigila su casa para transmitir a Copenhague imágenes de la Sirenita provisionalmente ausente y de sus visitantes, que de vez en cuando aprovechan ese canal abierto con Occidente para hacer llegar mensajes disidentes.


Artesanal y masiva, la instalación de la Tate juega también con el equívoco de lo falso, que por tantos motivos asociamos con el oceánico comercio chino de réplicas y copias, aunque aquí invertido, porque lo que semeja una ínfima pipa de girasol es de hecho un exacto objeto de refinada porcelana. La realidad del país es precisamente la opuesta, inundado como está de reproducciones ilegales y baratas de productos occidentales, en un mercado próspero y dinámico que se sitúa al margen de la propiedad intelectual, y que no excluye revistas de arquitectura como las que yo mismo edito, traducidas al chino y vendidas en puestos callejeros de los campus universitarios por un precio muy inferior al que tienen en España. En eso también nos ganan, y a esa realidad fascinante y contradictoria remiten igualmente los 100 millones de falsas semillas de girasol de Ai Weiwei en Londres, donde las autoridades sanitarias han prohibido que se sigan pisando para no exponer a los visitantes al polvo que se desprende. El Gran Hermano cuida de nosotros, véanla en la Red.


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31 octubre, 2010

Miguel Hernández, el rayo que no cesa

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EL 30 DE OCTUBRE DE 2010 SE CELEBRA EL CENTENARIO DEL NACIMIENTO DE MIGUEL HERNÁNDEZ (Orihuela, 1910-Alicante, 1942). Con ese motivo El Cultural dedica un dossier al poeta con artículos que le enfocan desde distintos ángulos; en el de Jorge Urrutia se señala con brillantez cómo en los documentos cinematográficos de la época, años treinta, está visualmente escrita una de las causas de fondo que llevaron a la Guerra Civil; porque en ellos se capta, con inmediatez y veracidad, la realidad socio-económica de la España de entonces: la pobreza generalizada y el atraso de la mayoría frente al bienestar de la escasa burguesía ilustrada o no. Aunque otras causas de fondo para el estallido de la guerra fueran la crisis del 29, con el auge de los fascismos, el aparente final del sistema capitalista y el también aparente triunfo del socialismo, la pobreza y la polarización social de la España de entonces resultaron decisivas.Urrutia escribe :
"Lo que más me sobrecoje cuando veo los documentos cinematográficos de la España de los años treinta, es la evidente miseria de las gentes. Salvo los políticos y los intelectuales de la Residencia, sólo caras mal afeitadas, moños medio deshechos, ropas arrugadas, harapos, sudor, telas negras, alpargatas modestísimas, rostros de angustia y hambre incluso tras una tímida sonrisa. Esa notoria distancia entre masas y élites más o menos cultas y generalmente rentistas está en la razón profunda de la guerra civil y es lo que el conservadurismo más empecinado se niega a percibir."

Benjamín Palencia, Retrato de Miguel Hernández, h1935

Miguel Hernández era una de esas personas de ropas arrugadas y alpargatas modestísimas que ha captado la cámara, cuando en 1931 llega a Madrid;Neruda lo recuerda en Confieso que he vivido,sus memorias:

"Uno de los amigos de Federico [García Lorca] y Rafael [Alberti] era el joven poeta Miguel Hernández. Yo lo conocí cuando llegaba en alpargatas y pantalón campesino de pana desde sus tierras de Orihuela, en donde había sido pastor de cabras. Yo publiqué sus versos en mi revista Caballo Verde y me entusiasmaba el destello y el brío de su abundante poesía."
Miguel no pertenecía a la burguesía, como Lorca, Guillén,Aleixandre,Alberti o Gerardo Diego...Su padre era un tratante en ganado, analfabeto y brutal, pero aunque llevaban una vida sencilla no era la pobreza extrema que se le adjudica a menudo y si fue pastor lo era del rebaño de la familia.

Asiste al Colegio de Santo Domingo regentado por los Jesuitas, en su modalidad para niños pobres;los jesuitas, que comprenden las dotes especiales del chico, se ofrecen a costearle la carrera eclesiástica, pero su padre se niega, no está dispuesto a que siga perdiendo el tiempo estudiando. En 1924 le hace abandonar el colegio para trabajar como dependiente en una tienda, cuyo local se incendia por lo que al año siguiente vuelve a ser pastor y comienza a escribir versos. En 1931 viaja a Madrid por primera vez. Más adelante ingresará en el Partido Comunista y participará en la guerra en el lado de la República. En 1937 viaja a la Unión Soviética y dedica versos elogiosos a Stalin en el poema Rusia.


En 1939,al acabar la Guerra Civil, es detenido, juzgado y condenado a muerte por un Consejo de Guerra. Posteriormente, gracias a la intervención de algunos escritores, se le conmuta la pena por treinta años. Las condiciones durísimas de las cárceles franquistas y la tuberculosis que desarrolla en ellas, le conducen a la muere -en la cárcel de Alicante , el 28 de marzo de 1942.


Pablo Neruda, a quien conoció en 1934 y cuya admiración era mutua, le describe en Confieso que he vivido:
"Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a él. Tenía una cara de terrón o de papa que se saca de entre las raíces y que conserva frescura subterránea. Vivía y escribía en mi casa. Mi poesía americana, con otros horizontes y llanuras, lo impresionó y lo fue cambiando.
Me contaba cuentos terrestres de animales y pájaros. Era ese escritor salido de la naturaleza como una piedra intacta, con virginidad selvática y arrolladora fuerza vital...."[...] Como no tenía de qué vivir le busqué un trabajo. Era duro encontrar trabajo para un poeta en España. Por fin un vizconde, alto funcionario del Ministerio de Relaciones, se interesó por el caso y me respondió que sí, que estaba de acuerdo, que había leído los versos de Miguel, que lo admiraba y que éste indicara qué puesto deseaba para extenderle el nombramiento.
- Miguel Hernández, al fin tienes un destino. El vizconde te coloca. Serás un alto empleado. Dime qué trabajo deseas ejercer para que decreten tu nombramiento.
Miguel que se quedó pensativo.[...]me dijo:
-¿No podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?
El recuerdo de Miguel Hernández no puede escapárseme de las raíces del corazón.[...]

Vicente Alexandre le recuerda así:
Desde esos día empezó a venir frecuentemente por casa. Miguel era entonces el autor de Perito en lunas, libro editado en muy corta tirada hacía dos años en Murcia,y que había pasado desapercibido. En esa obra se veía más que nada al prodigioso artífice temprano, cuajadas sus octavas en los últimos efluvios del centenario de Góngora, que todavía había alcanzado a su sanísima juventud.[...]
Octavio Paz, que le había conocido en 1937 en Valencia en el II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas, a su muerte en 1942 escribe :


"Le conocí cantando canciones populares españolas en 1937.Poseía voz de bajo, un poco cerril, un poco de animal inocente: sonaba a campo, a eco grave repetido por los valles, a piedra cayendo en un barranco. Tenía los ojos oscuros de avellana, limpios, sin nada retorcido o intelectual: la boca como las manos o el corazón, era grande y, como ellos, simple y jugosa, hecha de barro por unas manos puras y torpes, de mediana estatura, más bien robusto, era agil,[...]En aquella sala de un hotel de Valencia llena de humo, de vanidad y, también, de pasión verdadera, Miguel Hernández cantaba con su voz de bajo y su cantar era como si todos los árboles cantaran.[...]"

Desde su autodidactismo aborda con pasión la lectura poética; un curso intensivo, casi heroico, que le ponen a la altura del resto de poetas del 27 con quienes se codeará. Parte de los románticos, Zorrilla, Espronceda, Bécquer, sigue con el modernismo de Rubén Darío, el clasicismo de Lope , Garcilaso , Góngora,hasta llegar a Valéry, Guillén... las vanguardias. En distintos poemas se pueden atisbar algunas de estas influencias aunque Miguel Hernández, que muere a los 31 años con apenas diez de práctica poética seria, llega a tener su propia voz poética, con hallazgos literarios valiosos, capaces de emocionar y llegar a la gente que él prefiere como interlocutores; porque a pesar de esa educación en la estética burguesa, y Jorge Urrutia lo señala, su poesía, por convencimiento ideológico, debe comprenderse como la ruptura sincera y profunda entre las élites y las masas populares.
DÍA ARMÓNICO

Hoy el día es un colegio
musical.
Más de un trillón
de aves, cantan la lección
de armonía que el egregio
profesor Sol les señala
desde su sillón cobalto;
y dan vueltas en lo alto
con un libro abierto: el ala.(h,1930)


ME LLAMO BARRO AUNQUE MIGUEL ME LLAME

Me llamo barro aunque Miguel me llame.
Barro es mi profesión y mi destino
que mancha con su lengua cuanto lame.

Soy un triste instrumernto del camino.
Soy una lengua dulcemente infame
a los pies que idolatro desplegada.

Como un nocturno buey de agua y barbecho
que quiere ser criatura idolatrada,
embisto a tus zapatos y sus alrededores,
y hecho de alfombras y de besos hecho
tu talón que me injuria beso y siembro de flores.

Coloco relicarios de mi especie
a tu talón mordiente, a tu pisada,
y siempre a tu pisada me adelanto
para que tu impasible pie desprecie
todo el amor que hacia tu pie levanto.
[...]
Teme que el barro crezca en un momento,
teme que crezca y suba y cubra tierna,
tierna y celosamente
tu tobillo de junco, mi tormento,
teme que inunde el nardo de tu pierna
y crezca más y ascienda hasta tu frente.

Teme que se levante huracanado
del blanco territorio del invierno
y estalle y truene y caiga diluviado
sobre tu sangre duramente tierno.

Teme un asalto de ofendida espuma
y teme un amoroso cataclismo.

Antes que la sequía lo consuma
el barro ha de volverse de lo mismo.(El rayo que no cesa, 1936)


TE ME MUERES DE CASTA Y DE SENCILLA

Te me mueres de casta y de sencilla:
estoy convicto, amopr, ,estoy confeso
de que, raptor iontrépido de un beso,
yo te libé la flor de la mejilla.

Yo te libé la flor de la mejilla,
y desde aquella gloria, aquel suceso,
tu mejilla, de escrúpulo y de peso,
se te cae deshojada y amarilla.

El fantasma del beso delincuente
el pómulo te tiene perseguido,
cada vez más patente, negro y grande.

Y sin dormir estás, celosamente,
vigilando mi boca ¡con qué cuido!
para que no se vicie y se desmande. (El rayo que no cesa)


[UNA QUERENCIA TENGO POR TU ACENTO]

Una querencia tengo por tu acento,
una apetencia por tu compañía
y una dolencia de melancolía
por la ausencia del aire de tu viento.

Paciencia necesita mi tormento,
urgencia de tu garza galanía,
tu clemencia solar mi helado día,
tu asitencia la herida que lo cuento.

¡Ay querencia, dolencia y apetencia!:
tus sustanciales besos mi sustento,
me faltan y me muero sobre mayo.

Quiero que vengas, flor desde tu ausencia,
a serenar la sien del pensamiento
que desahoga en mí su eterno rayo. (El rayo que no cesa)


CANCIÓN ÚLTIMA

Pintada, no vacía:
pintada está mi casa
del color de las grandes
pasiones y desgracias.

Regresará del llanto
adonde fue llevada
con su desierta mesa,
con su ruinosa cama.

Florecerán los besos
sobre las almohadas.

Y en torno de los cuerpos
elevará la sábana
su intensa enredadera
nocturna, perfumada.

El odio se amortigua
detrás de la ventana.

Será la garra suave.

Dejadme la esperanza. (El rayo que no cesa)

Benjamín Palencia, Paisaje de Castilla.
En Madrid, en 1934, conoce a los pintores de la Escuela de Vallecas, con los que traba amistad, especialmente con Alberto Sánchez, Maruja Mallo y Benjamín Palencia ,tan buen colorista como dibujante.