19 agosto, 2009

RILKE & JAN VAN EYCK








En el siglo XV, mientras en Italia se desarrollaba el Renacimiento, en el Norte los Primitivos Flamencos ponían el broche final a su Edad Media con una pintura que todavía  asombra. El  óleo permitió a pintores de genio, representar fielmente las texturas de los objetos, hasta conseguir la "pintura milagrosa", -la llama Huizinga-, donde las cosas pintadas son  metales, madera, cristal, agua, lino, terciopelo, cabellos, pieles, lágrimas verdaderas...
Situaban  temas religiosos en escenarios contemporáneos, en interiores domésticos burgueses y los que los personajes sagrados aparecían ataviados con las ricos paños que producía su "industria", cayendo en abundantes pliegues, tan expresivos plásticamente que por sí solos son admirables trozos de pintura. Pero aunque el ambiente era terrenal y cotidiano los objetos domésticos servían de soporte para un simbolismo religioso  que todavía pertenecía a la Edad Media a pesar de las fechas.
                 Van EYCK, Madonna de Lucca.h,1436, ól/tabla, 65,5 x 49,5.Frankfurt (ampliar)


                        
En la   Madonna de Lucca  Jan  Van Eyck con sabiduría  acentúa la intimidad de la representación, haciéndola muy próxima al espectador e invitándole a entrar en el cuadro:
-sitúa la escena en un lugar estrecho que converge y arrastra la mirada hacia el fondo, -hacia la Virgen y el Niño bajo el baldaquino-. Además los limites del cuadro cortan techo y paredes y el pavimento y la alfombra continúan, se prolongan -mentalmente-  atrayendo  a ese   espacio ya virtual al espectador.
Esa invitación la debió sentir Rilke, sumido en una crisis creativa y vital,contemplando la imagen de La Madonna de Lucca; y, como diría Bill Viola, experimentó que "el arte hacía algo por él" y deseó formar parte del cuadro, como la leve sombra de una de las minúsculas frutas del alféizar...pintado. Así lo escribió en una de las hojas autógrafas de El testamento:

 

..."Pero una noche ya no lo pude aguantar más. El silencio protector, que sigue concediéndolo todo, de la casa, y mi tremenda situación a merced del mismo, pusieron tal disensión dentro de mi alma, que pensé no poder seguir viviendo. Incapaz de leer, y ni siquiera en disposición de mirar el fuego de los troncos de abeto, saqué una carpeta cualquiera de los cajones de la librería -que aún no había abierto nunca-y me obligué a ir pasando hojas. Eran reproducciones de pinturas, propiedad de grandes galerías, que me excitaron con su colorido azarosamente inarmónico; no sé cuantas de aquellas imágenes miré con los ojos atónitos; fueron innumerables, pasando las hojas cada vez a mayor velocidad: de pronto me vino a la conciencia que, durante todo el tiempo, había pensado: ¿A dónde? ¿A dónde? ¿A dónde, hacia la libertad? ¿A dónde, hacia el sosiego de la propia existencia? ¿A dónde hacia la inocencia, de la que uno no puede prescindir por mucho tiempo? Llegue a mí mismo, atento, incluso con tensión, como si de pronto una reflexión nacida muy adentro se lanzase hacia el exterior, me hundí en la hoja recién abierta ante mí. Era la llamada Madonna de Lucca, de Jan van Eyck, que ofrece el delicioso pecho, encantadora, envuelta en su rojo manto, al niño que bebe con seriedad, sentado muy tieso en su regazo.. ¿A dónde? ¿A dónde?.....Y de repente deseé, oh, deseé con todo el fervor de que mi corazón era capaz, deseé ser, no una de las dos pequeñas manzanas -del cuadro-, no una de esas manzanas pintadas en el alféizar pintado: eso era algo que me parecía excesivo...No: deseé ser la sombra dulce minúscula,la sombra insignificante de una de esas manzanas..., este fue el deseo en el que toda mi esencia se contuvo. Y cual si fuera posible que se cumpliese mi deseo, o como si ya con este simple deseo se me ofreciese una comprensión milagrosamente cierta, acudieron a mis ojos lágrimas de gratitud."



"Jan van Eyck estuvo aquí" (escrito en la pared de los Esposos Arnolfini, detalle, ampliar)


Uno de los prodigios de esta pintura lo realiza Jan Van Eyck,en este cuadrito,81 x 59 cm. A  través del espejo convexo "captura" la totalidad del espacio: el representado en el cuadro y el que continúa y ocupan los espectadores (en cuyo lugar están situados el pintor mismo y dos testigos más de los esponsales,) y convierte en tridimensionales las figuras de los esposos Arnolfini, al aparecer en el espejo de espaldas.A menudo Van Eyck quiso, y pudo, mostrar la tensión misteriosa entre realidad, representación, y espectador.

Rilke, R.M.: El testamento. Alianza Tres.

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