03 octubre, 2010

HEMINGWAY: Retrato de Grupo con París al fondo

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"...quien ha tenido la suerte de vivir de joven en París, París le acompañará siempre como una fiesta,"
escribió Hemingway a un amigo muchos años después.Y París fue una fiesta entre las carnicerías de las dos Guerras Mundiales y poco antes de que la ciudad fuera ocupada por los nazis - entre los años veinte y treinta-, cuando la capital francesa era el centro del arte, y un imán para  artistas plásticos, escritores,poetas, músicos, mecenas y marchantes...

Joyce, Beckett, Hemingway, Dos Passos, Gertrude Stein, Diego Rivera, Ezra Pound, César Vallejo, Scott Fitzgerald..., Picasso, Miró, Breton, Brancusi...futuristas,dadaístas, surrelistas..., y la librera y editora Sylvia Beach luchando desde su librería Shakespeare & Cº  hasta conseguir publicar el Ulises en 1922. Su "mejor cliente" y amigo Ernest Hemingway, ayudaría a introducir el libro de Joyce de contrabando en Estados Unidos, donde estaba prohibido, a través de Canadá; Algunos entre ellos pasaban dificultades, penalidades y escaseces...pero el talento fluía sin detenerse como las aguas del Sena que parten la ciudad en dos y en cuya margen izquierda ,vivían, se reunían a veces y trabajaban la mayor parte de ellos.
Si La Masía de Miró pertenece a la familia Hemingway es debido a que el azar reunió en París a un grupo de gente especial.Sorprende que un cuadro tan importante en el arte del siglo XX le pudiera comprar en 1923 un joven americano de 24 años sin apenas dinero y al que le gustaba la pintura vanguardista, casi sin secar aún, como la que poseía su amiga Gertrude Stein cuya colección de cuadros admiraba Hemingway con frecuencia en sus visitas a la calle Fleurus; la colección de la Stein arrancaba de Daumier, Delacroix, Cézanne,Gauguin y llegaba a los más reciente, Toulouse Lautrec, Matise, Picasso...
                                             Picasso,1906, Retrato de Gertrude Stein, Moma.

Gertrude y Picasso se hicieron muy amigos. Picasso deseaba pintar su retrato para lo que ella acudía al taller en el Bateau Lavoir donde posó muchas veces en medio del caos que era el estudio del pintor y el frío que hacía allí en invierno. El retrato es un año anterior a la pintura más rupturista de la época y un hito en la Historia del Arte: Las señoritas de Avignon y parece un ensayo para ella, sobre todo en el rostro de máscara influida por el arte ibérico y algún aspecto del tratamiento del espacio . La Stein se había instalado con su hermano Leo en París en 1903, en el 27 de la calle Fleurus.La casa era un lugar de reunión frecuente de intelectuales y artistas , en general de habla inglesa y apenas franceses, si hubo alguno.
Gertrud Stein sostenía que "Cuando un ser humano existe en relación con el mundo más que consigo mismo se aproxima al genio" Y añadía que Picasso y ella eran el mejor ejemplo. Se había convertido en una autoridad en la pintura más avanzada desde que su opinión contribuyera a consagrar a Picasso que le había hecho el retrato imponente, casi una arquitectura en cuyo espacio interior cabían el talento, ritmico y musical, de la Stein,su gran personalidad y su inmeso ego . Su criterio para juzgar las últimas tendencias en pintura se consideraba infalible y su aceptación o no hacía triunfar o fracasar una exposición de las muchas que celebraban en el París los pintores que trabajaban en Montmartre.
En París era una fiesta, uno de los libros que se releen una y otra vez sin cansarse , el joven Hemingway, cuenta cuánta buena pintura de la más audaz había en casa de su amiga Gertrude Stein en la que pasaba muchas tardes y cómo le gustaría a él también poder comprarla.Cuando lo comentó con ella,la Stein le expuso su teoría sobre la compra de arte :"había que elegir entre comprar ropa o cuadros". Pero como esa disyuntiva no parecía ser el verdadero problema de Hemingway ,que tampoco podía comprarse ropa y desde que había dejado de colaborar en la prensa canadiense para dedicarse exclusivamente a la literatura se había vuelto pobre,la Stein le aconsejó que buscara pintores jóvenes, como él, cuyos precios eran todavía asequibles.

Hemingway, algunos días practicaba boxeo en el Centro Americano con un joven pintor español que había llegado a París desde su Cataluña natal para trabajar y estar al tanto de lo último que se hacía en arte.Era Joan Miró, y ponía todo su empeño en la nueva pintura buscando con ahinco un camino propio; pintaba cuadros que luego no lograba vender ni para poder comer...; esas dificultades tenía entonces con La Masía, que ofrecía a conocidos y marchantes sin éxito.Finalmente Hemingway le pagó por ella 5000 francos de entonces, que debía ser un precio bajo, gracias a los préstamos de algunos amigos. Hemingway adoraba el cuadro y nunca se separó de él y posiblemente por eso su familia le conservó siempre.
                                  Hemingway con Dos Passos, a izda de la fotografía, años 30

John Dos Passos, que fue íntimo amigo de Hemingway y cuya amistad se rompió en el contexto de la ceguera y rigidez ideológica de los años treinta, en su interesante autobiografía Años Inolvidables, se refiere a la compra del cuadro:
Le pasaba lo mismo con la pintura. Quizá Gertrude Stein, que tampoco se equivocaba en aquel terreno, le ayudó a desarrollar su golpe de vista. Reconocía inmediatamente la calidad en el color y en el dibujo. Los pintores dela Escuela de París empleaban todos los trucos imaginables, pero Hem nunca se dejó engañar por las imposturas. Ya se tratara de política, de literatura o de pintura, siempre sabía poner las cosas en su sitio con un oportuno taco.


Recuerdo muy bien su compra de La Masía, de Joan Miró -creo que fue el último cuadro "objetivo" que pintó Miró- porque tuve que correr de un lado para otro reuniendo el dinero. Siempre estábamos prestándonos unos a otros. Descubrió que podía comprar el cuadro por dos o quizá tres mil francos (que eran muy pocos dólares al cambio entonces) y estaba excitadísimo temiendo que alguien se lo quitase. Trajo el cuadro triunfalmente a la serrería. Sigue siendo una de las mejores obras de Miró. Me pregunto lo que valdrá ahora.




Miró ,Barcelona 1893, se trasladó a París en 1920, como todos, porque era el lugar donde se sucedían los movimientos innovadores en el mundo de las artes. Miró, trabajaba incansablemente, en medio de estrecheces económicas y -en sus palabras- con la sensibilidad agudizada por el hambre hasta alcanzar estados casi místicos- tal vez por ello regresaba cuando podía al campo, a Montroig,cerca de Tarragona ;eso hizo en 1921,después de su primera exposición y allí pintó este cuadro que acabaría siendo una de sus pinturas más representativas.

Son las vísperas de la publicación por Breton del Manifiesto Surrealista en 1924. Miró se une al movimiento pero manteniendo su visión personal, evitando caer en los dogmatismos del grupo, de Breton y Aragón sobre todo: "eran demasiado dogmáticos. Me fastidian los dogmas", añade en la entrevista citada más abajo; el pintor adoptará los métodos surrealistas que priman lo irracional en el acto creativo y para tratar de alcanzar esa fase prelógica que reside en el inconsciente, se recurre a las teorias freudianas ,sobre todo el automatismo psíquico, a la libre asociación y al material que suministran los sueños; Miró pronto abandonará la figuración ,a veces hiperrealista del grupo, y se irá adentrando en una abstracción dominada por formas biomórficas que parecen flotar en el plano del cuadro hasta terminar en una pintura de colores puros y saturados más cercanos a la abstracción lírica que le caracteriza.

                 Miró, La masía,1922, ól/lz, 132 x 147cm. Nueva York. Colección Hemingway

El cuadro,está firmado en el ángulo inferior izdo.La Masía/ La Ferme es la representación de una casa de campo típica catalana; Miró vuelca formalmente la nueva visión que ha interiorizado de lo real y ha hecho suya partiendo de postulados de las distintas vanguardias a las que añade una interpretación ingenuista y el halo poético que es una constante en él.
La escena parece suceder de noche y un perro ladra a la luna, pero la noche queda desmentida por las labores en el lavadero o del caballo que hace girar la noria o el caracol y la lagartija en el ángulo inferior derecho y la ambigüedad .... crea una atmósfera onírica; el pintor combina ingenuidad y sabiduría para crear cada elemento del cuadro: la utilización de perspectivas múltiples en la representación del espacio y aspectos cubistas atenuados en las formas y fauvistas en la utilización arbitraria del color y presurrealistas en la asociación de objetos heterogéneos que acentúan la atmósfera de ensueño y ambigüedad que a pesar de la materialidad de lo representado envuelve la escena.
Joan MIRÓ: El carnaval de Arlequín. 1924-25. El estilo de Miró sólo dos años después de La Masía

En Conversaciones con Miró de Georges Raillard ,Granica Editor,Miró habla del proceso de esta pintura y de la compra por el escritor americano:

G.R. ¿Pintaba usted al aire libre?
M.-Oh sí. Como Cézanne, llevé el caballete hasta aquella granja en 1922. Comencé La Ferme ante el original de Montroig. Continué en Barcelona y la teminé en la calle Blomet. Todo estba allí, en la granja que pintaba, todo, el gallinero...[...]

G.R. Pero en La Ferme no todo estaba en el modelo. ¿El caracol, el taburete?
M.-Sí, sí. Le dije al campesino: ¿Tendría la amabilidad de poner allí un taburete?...Nada es inventado[...]

G.R. Había creado usted el ritmo en el paisaje antes de reproducirlo sobre la tela. Pero en París...
M-En París hice el primer plano. Iba al Bois de Boulogne y recogía hierbas, que me llevaba en un sobre. Las utilizaba como documentos.

G.R.¿Y de ahí procedían las diferencias de escala, la brizna de hierba que rivalizaba con el árbol?
M.-Exactamente. Para mí una brizna de hierba tiene más importancia que un gran árbol, una piedrecilla más que una montaña, una libélula es tan importante como un aguila. En la civilización occidental es necesario el volumen. (...) Pero en los frescos románicos se encuentran animales que tiene gran importancia. He observado con frecuencia esos frescos (...)

G.R. Su ruptura con la escala del Renacimiento es, pues, instintiva, natural.
M.-En efecto, es más bien instintiva. Todavía hoy, cuando paseo, miro el suelo o el cielo, no el paisaje.

G.R. ¿ Hemingway le pagó a usted La Ferme?
M.- Sí. algunos céntimos. Ya no sé cuanto. Estaba muy contento. [No queda claro si la última frase se refiere a Hemingway o a él, pero se extiende sobre las dificultades para vender el cuadro y se sobrentiende la necesidad que tenía de ello y del poco eco que tuvo el cuadro expuesto en un café de Montparnasse]

G.R. ¿Con qué ánimo?
M.-¡Bah! (se ríe).Me dije: es igual. Un día u otro saldrá adelante. Y después Hemingway compró esa Ferme. Él vivía entonces en la calle Notre Dame des Champs, y nos veíamos a menudo. No solamente en casas de amigos: los dos tomábamos lecciones de boxeo en el Centro Americano. Y algunas veces nos encontrábamos frente a frente en el ring. Frente a frente, bueno...él era un gigante y yo soy pequeño.[...]

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