André Maurois, seudónimo de Emile Herzog. Nació en 1885 en Normandía y fue uno de los escritores franceses más leídos de entonces. Ante el avance nazi, por su origen judío tuvo que huir de Francia y refugiarse en Estados Unidos unos años. Este texto es parte del Diario escribió allí durante su estancia.
DOMINGO, 19 DE MAYO, 1946
Mi colega Jay W. Hudson, profesor de filosofía que debe predicar en la iglesia unitaria, me ruega que vaya a escucharle.
-¿Cuál será tu tema?
-¿Por qué es importante la belleza?
-¿Y ése es un asunto de sermón?
- Todo es asunto de sermón.
-Pues iré.
Iglesia colonial, rústica, llena de fieles con aspecto de ricos. Muchos protestantes de otras sectas acuden a la iglesia unitaria porque es "liberal", y no exige una capitulación intelectual. Disraeli decía a un "clergyman" demasiado indulgente: "Nada de dogma, nada de decanato, señor deán". Los unitarios no tiene ni dogma ni deán. Se entra en su iglesia sin bautismo, sin formalidades. El servicio no tiene nada de celebración de un misterio. Algunos himnos, una conferencia. Esta mañana Hudson no lee a Renán, a France. Su texto ha sido elegido, no en la Biblia, sino en Platón. He aquí sus tres puntos:
1º El arte encarna, en el mundo físico, pensamientos que sin él quedarían inexpresados en el espíritu.
2º El arte es eterno y universal: el Partenón, tras tantos siglos, permanece hermoso, y lo permanece a los ojos de todos los hombres.
3º El arte es moral porque no hay belleza sin verdad y sin bondad (éste es el tema de Ruskin).
Hudson, habla con humor, sin unción alguna, como hablaría en clase. Los fieles parecen encantados, pero los católicos se hubieran sentido enojados. Ha citado una bella frase de Goethe: "Todas las obras que he producido no son sino fragmentos de una gran confesión". Placer de entonar los himnos en coro.
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