  | 
| Mercé Rododera | 
 ERINA DE TELOS 
Murió con diecinueve años. 
No sabemos si fue bella y coqueta, 
o si recordaba aquellas muchachas 
con gafas, secas, inteligentes, 
ante las que se esconden los espejos. 
Sólo dejó unos cuantos hexámetros. 
Presumimos que tuvo la ambición 
secreta y vacilante de los introvertidos. 
Sus padres la amaron con locura. 
Suponemos que quiso expresar 
la inmensa verdad de la vida 
(despiadada
en los bordes y dulce en el centro), 
de las noches de agosto, cuando respira
y brilla el mar, 
cantando como un estornino,
y del amor (inefable, cercano). 
No
sabemos si lloró al topar con la oscuridad. 
Dejó apenas unos cuantos hexámetros 
y un epigrama sobre un saltamontes.