J.M.Caballero Bonald en Examen de ingenios con su prosa clásica y sosegada hace un retrato de Carmen Laffón (Sevilla 1934-Sanlúcar de Barrameda 2021) que sirve para recordar a la artista desaparecida.
Bonald traza con pocos rasgos significativos una biografía de la pintora - y también escultora- y se centra en su última etapa cuando se aleja de lo sutilmente figurativo e intimista y busca en series de gran formato plasmar acercándose a la abstracción la esencia de espacios ilimitados que le son muy próximos geográfica y afectivamente como El Coto de Doñana o las riberas del Guadalquivir.
El Guadalquivir |
CARMEN LAFFÓN
"Carmen Laffón suele pintar ante el mismo paisaje que yo tengo siempre cuando escribo, y eso siempre presupone como una especie de tácita complicidad o, por mejor decir, una cierta correspondencia sensitiva. Se trata, en cualquier caso, de un paisaje sin estridencias, armonioso y sosegado, invulnerable a los peligros que nunca han dejado de acosarlo. Es sobre todo un paisaje que acepta muy bien el consabido epíteto de cultural, beneficiado de muy sutiles equidistancias entre la historia y la mitología. En el estuario del Guadalquivir se delimita, en efecto, un enclave geográfico cuya significación nunca podrá ser apreciada del todo sin evocar los muchos ingredientes culturales que se han ido acumulando en su territorio.
Por aquí por la desembocadura del gran río, no se prodigan ciertamente esos ornamentos físicos que exhiben los paisajes merecedores del apelativo de pintorescos. Hay, sin embargo, otros factores naturales que sólo pueden ser evaluados a través de la sensibilidad o la propia capacidad imaginativa de cada uno. La mudable extensión del horizonte, sus lumínicas hondonadas, los matices rítmicos y tonales de la marea, son los que efectivamente otorgan a este territorio, amén de un legendario prestigio ecológico, una compleja y venerable personalidad.
Viene todo esto a cuento porque he vuelto a convivir de cerca estos días con la espléndida serie de pinturas que dedicó Carmen Laffón al Coto de Doñana. Ha sido como una emoción retrospectiva, acentuada tal vez a raíz de las últimas acechanzas que amagan sobre la venerable integridad de ese territorio, el mismo que la pintora sevillana ha transferido magistralmente a una nueva poética interpretativa. Desde un cuadro suyo de 1990, titulado precisamente El Coto, Carmen Laffón fue almacenando la suficiente sabiduría comunicativa para traducir como nadie los tornadizos rasgos fulgurantes del río, la textura del aire, las antiguas policromías de las dunas y pinares de Doñana, todo lo que en muy importante medida genera la unitaria personalidad física de esa demarcación al vez fluvial y oceánica. Conozco a Carmen Laffón desde los tiempos difíciles de la lucha antifranquista. Coincidíamos en alguna que otra reunión de conspiradores y andábamos por ahí, por Madrid o por Sevilla, procurando que la clandestinidad no mermara el cómputo de la felicidad. Y ella empezaba a ser reconocida como lo que era, la más sugestiva pintora española de nuestro tiempo. Tenía la piel muy blanca y el pelo muy negro y la mirada parecía fluctuar entre la malicia y la inocencia, cada una con su color y su modulación.
La conversación de Carmen Laffón era como su pintura: vitalista, indagadora, sosegante. Enseguida se adivinaba que había sido una niña que no aprendió las primeras letras en ningún colegio, sino en su propia casa, por medio de profesores elegidos por sus padres, adictos a la Institución Libre de Enseñanza. Hablaba a media voz y con un acento andaluz que muy bien podía considerarse el prototipo del acento andaluz, despojado de adherencias ridículas y tópicos de sainete. Un andaluz filtrado por la buena educación, minuciosamente reñido con las exageraciones y los perifollos. Qué placer oírla en medio de la fanfarria disonante del entorno.
La pericia técnica y la delicadeza expresiva de Carmen Laffón se han desplegado siempre de un modo muy inteligente en relación con lo que puede llamarse la pintura de la experiencia. Claro que toda obra de arte concierne taxativamente a una experiencia vivida. Tengo muy presente también en este sentido otro cuadro suyo: una panorámica a la vez escueta y riquísima, del caserío sanluqueño. Más que una fijación temática, cabría hablar de una paulatina voluntad estética, no ya porque la pintora fuese desde niña una espectadora asidua de estos paisajes, sino porque ése es el mundo físico que ha intervenido en la forja de su propia educación artística.
Pero nada de eso explica suficientemente la obra de Carmen Laffón. Cuando la pintora reproduce la índole enigmática de la luz, sus prodigios cromáticos, el secreto de las estancias fluviales, está sin duda creando un universo de inconfundibles vínculos con los emblemas ornamentales de Doñana. Pero ahí está también implícito un paisaje que trasciende sus propios símbolos que posibilitaron la gestación de esta pintura. en cada cuadro se sustentaba la delicada evocación de otro cuadro: el de la historia no tan imaginaria de un paraíso perdido." J.M.Caballero Bonald
J.M. Caballero Bonald, Examen de ingenios, Seix Barral, 2017