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José Manuel Ballester, Madrid 1960, pintor y fotógrafo y premio Nacional de Fotografía 2010, ha vaciado espacios pintados y ocupados históricamente por personajes sagrados y profanos. Habían sido creados por artistas como Fra Angelico, Botticelli, Leonardo, Velázquez, Géricault...y en un acto cercano a la magia, Ballester ha hecho desaparecer las figuras para dejar solo los lugares abandonados o no ocupados todavía.
En el aposento de La Anunciación de Fra Angelico ya no están ni el Ángel ni María,ni en el Paraíso adosado los compungidos Adán y Eva. Tampoco permanecen las agitadas figuras de un bosquecillo que pintó Botticelli para un Medici, ni los abrumados comensales de La Última Cena de Leonardo, ni los reyes, princesa y cortesanos de Las Meninas. Los personajes de Velázquez han salido del lienzo, acompañados de los reyes que solo eran un reflejo en un espejo , porque posaban al otro lado de lo representado -en el espacio del espectador- y eran pintados a su vez en en el gran lienzo que está de espaldas y en su parte pintada se refleja en el espejo.
El artista ha completado los espacios siguiendo la lógica interna de cada pintura, posiblemente con ayuda digital y ha creado visiones enigmáticas que provocan en el espectador sorprendido un ligero vértigo. Sus inesperados escenarios vacíos actúan como artefactos de sentir, pensar, imaginar, sugerir, de aportar ideas, por ausencia, por relación, por alusiones, por afinidades, por contraste...
José Manuel Ballester, Palacio Real,2009. 276 x 318,4 cm,Impresión fotográfica sobre lienzo, (Col. Guggenheim)
De Las Meninas ha quedado la habitación cúbica llena de atmósfera transparente, en la que flotan ligeras penumbras. Velázquez lleva a su extremo la perspectiva aérea.
Los personajes se han ido ya,o no han llegado aún y acaba de suceder. La luz, -que indica una estación y una hora del día- ,es la misma en el cuadro de Velázquez y en la imagen de Ballester
El aposento pertenece al viejo Alcázar de Madrid. Un edificio de compleja arquitectura de añadidos.Un caserón que ha ido creciendo por adición y reformas, a partir de la fortaleza musulmana del siglo IX, levantada por el emir cordobés, Muhamad I.
Entonces la futura ciudad era solo una fortaleza, un lugar estratégico islámico, mientras los grupos cristianos se organizaban con dificultad tras las montañas del Norte. Al lugar los conquistadores le llamaron Magerit, y antes había sido un asentamiento visigodo....y antes romano y antes,... así es la Historia...
El espacio que inmortalizó Velázquez ya no existe. La noche de Navidad de 1734, un incendio arrasó el Real Alcázar, que desde el siglo XVI era residencia de los reyes y la Corte. Habría que salvar a toda prisa y con riesgo de vidas obras de arte únicas, entre ellas Las Meninas, pero se perderán muchas otras de calidad semejante. Pinturas de Rubens, El Bosco, Tiziano, Tintoretto... convertidas en cenizas. En el mismo solar escarpado que recuerda su origen defensivo, se levantaría a partir de 1738 el actual Palacio Real sobre proyecto del italiano Filippo Juvara.
Cuando en 1819 el rey Fernando VII aporte las Colecciones Reales como fondos para crear el Museo del Prado ya no se podrá contar con tantas obras maestras perdidas, aunque quedarán aún muchas de igual valor que harán de El Prado una de las pinacotecas importantes del mundo. Entonces todavía el cuadro de Velázquez se llamaba La Familia, en el sentido extenso, romano, que engloba el núcleo familiar, ayudantes, criados y demás deudos, y este nombre se conservó hasta 1843 en que el cuadro fue catalogado como Las Meninas..
Velázquez, Las Meninas, 1656, 276 x 318, ól/lz. Museo del Prado. Madrid.
Casi cuatrocientos años antes. Los personajes han entrado o no han abandonado aún la habitación. El pintor detiene el pincel y mira al espectador, que le mira a su vez desde fuera del cuadro. Está en el mismo espacio que ocuparon entonces los modelos que supuestamente posaban: los reyes, Felipe IV y su esposa, que según una de las interpretaciones es a quienes retrata Velázquez en el gran lienzo que se apoya en el borde izquierdo y se refleja en el espejo.
A favor de que sea así, -como sugiere el inolvidable Julián Gállego-, está el lujoso cortinón de terciopelo rojo que cruza en diagonal el espejo en que se refleja la pareja real y que era utilizado en el Barroco en los "retratos de aparato", para resaltar la importancia social del retratado. Los reyes reflejados están en el lugar fuera del cuadro que ahora ocupa el espectador y Velázquez les introduce a través del espejo dando así la totalidad del espacio : el de la pintura y el del espectador. [Como hizo en el siglo XV Jan Van Eyck con el Matrimonio Arnolfini, que antes de pertenecer a la la National Gallery y hasta las guerras napoleónicas perteneció a las colecciones reales y sería una pintura apreciada con seguridad por Velázquez.]
A favor de que sea así, -como sugiere el inolvidable Julián Gállego-, está el lujoso cortinón de terciopelo rojo que cruza en diagonal el espejo en que se refleja la pareja real y que era utilizado en el Barroco en los "retratos de aparato", para resaltar la importancia social del retratado. Los reyes reflejados están en el lugar fuera del cuadro que ahora ocupa el espectador y Velázquez les introduce a través del espejo dando así la totalidad del espacio : el de la pintura y el del espectador. [Como hizo en el siglo XV Jan Van Eyck con el Matrimonio Arnolfini, que antes de pertenecer a la la National Gallery y hasta las guerras napoleónicas perteneció a las colecciones reales y sería una pintura apreciada con seguridad por Velázquez.]
Si todo lo anterior fuera cierto, Velázquez ha compuesto una pintura en la que la infanta Margarita, -que tiene cinco años,-, ha entrado con su séquito a ver cómo el pintor de cámara pinta a sus padres.La acompañan dos meninas (camareras) Doña Agustina Sarmiento (arrodillada) e Isabel de Velasco, los enanos ,Maribárbola y Nicolás Pertusato que pone su pie sobre un gran perro. Doña Marcela de Ulloa y un guardadamas, están detrás charlando. Y al fondo el aposentador de palacio José Nieto pasa fugazmente.
Aunque todo es fugaz, porque el reflexivo Velázquez ha querido hacer una instantánea. Esta composición estudiada, compleja y musical que se produce entre curvas rítmicas, y medidas meditadas, quiere transmitir visualmente la sensación de ser producto del azar, de un instante,y con ello dar al contemplador no sólo el espacio pintado sino además, también pintado, el tiempo.
En esta escena de claridad aparente pero difícil de explicar cómo se ha pintado, de analizar lógicamente,sin desentrañar del todo a pesar de las numerosas hipótesis - , se ocultan algunas de las claves profundas del Barroco:la preocupación por el fluir imparable del tiempo y la utilización de la paradoja para expresar la complejidad de lo real y el misterio que esconde lo evidente.
Van Eyck, espejo Matrimonio Arnolfini, 1434 / Velázquez, espejo de Las Meninas, 1656
+ Sobre José Manuel Ballester:
http://www.josemanuelballester.com/