19 noviembre, 2018

Héctor Libertella "El canon sumergido de la literatura argentina"








Héctor Libertella (1945-2009) forma parte de lo que el crítico y editor Ignacio Echevarría, - llamó   en El Cultural "el canon sumergido de la literatura argentina"; y mostraba a Libertella  tan elogiable como desconocido y "muy poco difundido en España".Se consiguió"La arquitectura del fantasma. Una autobiografía", gracias a un amable librero de Buenos Aires y al leerlo se encuentra un raro, alguien diferente perteneciente a un escaso  gremio de escritores que I.  Echevarría define con precisión :
"Hay un tipo de literatura que trabaja en zonas del lenguaje, del pensamiento, incluso del sentimiento, reacias a toda comercialización; un tipo de escritores que que interpelan a una comunidad abierta pero inevitablemente reducida de lectores cómplices, conjurados.A esta especie pertenece Libertella."
Leer a Libertella es arriesgado. La lectura de cualquiera de las piezas que componen "La arquitectura del fantasma", autobiográficas en distinto grado-, produce  desajustes internos  que terminan en frágiles equilibrios cada vez más provisionales.



TRADUCIBLE/INTRADUCIBLE

Curioso destino el de Diario de la rabia,un librito que yo venía reescribiendo y evaporando -alcohol de quemar- desde hacía décadas. Su antecendente más palpable era "Nínive", un cuento que publiqué en ¡Cavernícolas! para tener la sensación de que algo retenía, aunque en literatura todo se haga arena entre los dedos. 
Pues bien, aquel "Nínive" un día fue programado para su publicación en una antología de la editorial Picador, de Londres. Claro que el volumen se publicó, pero mi cuento no apareció porque -me dijeron- "los traductores se volvieron locos con el encargo". Cuando recibí el mensaje pensé: ¿Así que siempre escribí para no ser traducido?¿Qué patología será esta?" Inmediatamente tomé el cuento, lo amplié a nouvelle y le di un carácter más transparente. (¿Habría algo de corrupción en todo ese acto?) 
Antes, el personaje Rassam era un asmático que cortaba las palabras, y esos cortes producían continuos juegos fonéticos y semánticos. En mi nueva versión se curó: dejó de ser asmático; las palabras se unieron, se hicieron sanas para la traducción, y la prosa pasó a ser casi una receta médica. Parece mentira cómo la reescritura puede cambiar hasta la condición pulmonar de un personaje...Como si fuera una actividad que le da pneuma a las cosas. 
Un año después, inesperadamente, recibí el cuento original que sí había sido traducido por un gran especialista de Londres, Jeremy Munday. Él había concretado la hazaña de verter al inglés aquel borrador mío "intraducible", recurriendo a una tradición joyceana hábilmente puesta al día. 
¿Cómo es esto? Donde los párrafos eran inasibles para el inglés, los hizo mansos, sencillos y conquistables. Y donde eran fáciles de traducir los complejizó, jugó con la palabra-valija, el deslizamiento fónico, la semántica. Hizo un trabajo de increíble ponderación lingüística. Puso en una balanza las dos lenguas y las pesó como un alquimista.
                                 (...)

¿Qué hago ahora? Ahora tengo las dos versiones, la suya "difícil" y la mía "fácil", y no sé cómo sostener esas dos pesas. 
Tal vez la clave sea publicar una edición bilingüe en una editorial argentina chica, con nula capacidad de exportación, de manera que la versión inglesa venga sobrando para el mercado interno. Ideal. En 2005, época de globalización y hegemonía, esto sería el colmo de las utopías: querer convertir al inglés en una lengua muerta. 
Ayer Germán García me recomendó ponerle al libro una faja muy vendedora: "Libertella escribe difícil en inglés".



Héctor Libertella, La arquitectura del fantasma Una autobiografía, Santiago Arcos editor,2006
I.Echevarría, Lazos de familia, El Cultural, 2-7-2013 

03 septiembre, 2018

Ángel BONOMINI "Los lentos elefantes de Milán"




El martes 22 de Agosto de 1972 Adolfo Bioy Casares anotó:"Como en casa de Borges.[...]. Le leo Los novicios de Lerna, un largo cuento, del libro del mismo nombre, de Ángel Bonomini. Nos parece excelente". 
Los novicios de Lerna es  excelente sin duda aunque  demasiado extenso para un post pero   Los lentos elefantes de Milán es también excelente y más breve: sumergida en la niebla de la ciudad,  Ángel Bonomini  (Buenos Aires, 1929-1994) entreteje una historia con  la realidad, que él considera sagrada, más lirismo surrealista,filosofía y metafísica, ritmo y  alguna  pincelada casi invisible de  humor .Es un cuento  para releer y dejarse llevar por el haz de sugerencias y emociones  que activa la mejor literatura  



                           


LOS LENTOS ELEFANTES DE MILÁN

UNA VEZ estuve en Milán. No me faltaban razones para encontrarme con el ánimo muy bajo. (Me excuso por hablar de asuntos personales pero hacen al cuento). La cuestión es que me hallaba en Milán, y ese estado de ánimo que tenía exacerbaba, creo, mi reacción ante las cosas y los hechos.Llegaba de ciudades muy bellas a esa que, sin ser excepcional, me gustaba y despertaba en mí emociones especiales que, también por ser subjetivas a nadie importan. Era una mañana neblinosa de febrero -Milán y la niebla son parejas- y caminaba yo por la Vía Manín cuando vi dos elefantes por la calle. Creo que en el hotel -muy mediocre y poco recomendable- anoté algunos párrafos  relacionados con esos elefantes, con el horror que entrañaron, con la inocencia que son capaces de hacer recuperar, con el miedo que pueden provocar -ellos o su ausencia-. De Milán viajé a Venecia. Iba solo. Vi los campos de Italia. Pasé por los pagos de mis antepasados que fueron labriegos y soldados. Olí el agua del Garda, donde nacieron los que me dieron la sangre y el nombre. En el tren me porté mal. Abrí las ventanillas a destiempo, pedí repetidas veces alcohol para beber. Anoté nuevas memorias sobre mis elefantes. Discutí en un italiano macarrónico las nefastas consecuencias del fascismo con una profesora de historia que odiaba a mi amado Catulo, vecino circunstancial al pasar por  Garda y por Sirmione, y, arrepentido de mi conducta, dormí y soñé con los elefantes de Milán. A veces siento una gran desconfianza por la escritura; creo que aunque sea subrepticiamente, uno, al escribir, cuenta cosas personales. ¿Y quién que pueda leer no es igual a uno? ¿Y quién que es igual a uno necesita que le cuenten lo que sabe? Pero más saludable es no cuestionarse  los actos inevitables, como este de contar que uno ha visto elefantes y, mansamente, responder a la urgencia de contarlo. Porque nadie cuenta nada por contar, sino porque se le impone el cuento que, así, contado se convierte no en el hecho que uno conoce, sino en el que es conveniente que los demás conozcan.


En Venecia, de noche, regresaba a mi hotel muy cansado pero no podía dejar de anotar detalles sobre los elefantes de Milán. Volví a otra ciudad y luego a Buenos Aires. Todas las noches escribía algo sobre mis elefantes. Pensé que, después de todo debía reunir esas notas y ordenarlas como medio para curarme de esas observaciones que, debo decirlo, me ocupaban los sueños con mayor frecuencia que la que admite la cordura. Los vi venir como quien ve la muerte llegar irremediablemente. Entonces quise entender su significación, comprender su razón, desentrañarles la causa y entender por qué venían  pisándome el árbol de arterias y venas, el bosque de olvidos y memorias que, como todos, yo soy. Al principio había cierta mezcla de perplejidad con complacencia en quienes los veíamos llegar. Eran elefantes. ¿Qué es un elefante? ¿Qué es fuera de su planicie o fuera de su selva? ¿Qué son en una ciudad dos elefantes? Milán es hoy una ciudad muy refinada. Es digna Milán. Y esos dos elefantes no convenían a la dignidad de la ciudad. ¿Por qué esas montañas grises corrían junto a los párpados? En los secretos resquicios del sueño todo se adecua al pasado y al futuro, a seguir viviendo. Los sueños, por pesados, por pesadillas que sean, son formas de vivir, acaso las más nutricias, aunque pesen durante segundos con la gravedad del horror, con la presión del límite, con la ferocidad de la final instancia. Pero la realidad es distinta, y no fue fácil verlos llegar con ese paso lento y seguro de las grandes moles en desplazamiento. Eso eran: gigantescas moles de mercurio rodando por un pavimento que les cedía involuntariamente el traslado y que segregaba ante cada paso de las bestias una sustancia bituminosa, mordiente. Avanzaban, sin embargo. Fue en Milán. Mi corazón estaba atribulado. Comprendo que a nadie le importe demasiado ni los elefantes ni mi corazón. Entonces,¿para qué escribir? Mis elefantes son mis elefantes. Pero, a veces, los he sentido oprimirme el corazón abatido con sus patas de terciopelo gris. A veces los he soñado como de felpa inflada, huecos, vacíos de inocencia y de selva, como una fuerza inmensa de ternura imbatible, como el símbolo de una gracia infinita, como el asombro en los ojos transparentes de un niño. Entonces, cobraban el sentido olvidado de cuando yo mismo era niño y un elefante sólo podía ser un juguete del tamaño de un gato o un ser imaginario como un ángel. Y luego, en el zoológico, un monstruo. Y luego, en el circo, una máquina, o una especie de ratón gigante, o de ratón visto con lupa, pero siempre algo inverosímil o una pura convención. Había que aceptarlos igual que a los enanos, y los enanos también eran mentiras, o verdades exageradas. Mi atribulado corazón apenas podía sentir el mundo quieto de los árboles esa mañana neblinosa por la Vía Manín  de Milán.¿Cómo podía entonces admitir el paso enérgico, ágil y lento de los elefantes que iban caminando, decididos, hacia mí, desde el fondo de la avenida a través de la niebla de esa mañana de Milán? En esa mañana italiana llena de hombres y mujeres vestidos con pieles costosas, recorrida de automóviles serenos y también de alto costo,conducidos por mujeres rubias de ojos azules y bocas entreabiertas y miradas indolentes como si estuvieran resignadas o muertas.¿Cómo podían admitirse esas masas cenicientas de ojos pequeñísimos avanzar hacia uno? Milán no tolera elefantes por sus calles. Tampoco los tolera un hombre común como yo, cuyo corazón está abatido, tal vez como los corazones de todos los hombres.Yo venía de caminar mucho; iba hacia mi hotel, cansado de tanto andar, y miraba de vez en cuando las jaulas con animales de los jardines públicos, y los árboles y de pronto vi los elefantes conducidos -gritados- por un par de hombres de ojos negros. Fatalmente, los veía contra los frentes de los palacios donde viven mis paisanos lombardos recientemente enriquecidos. La selva, la libertad, iban sometidas por las civilizadas calles de Milán y provocaban asombro, gracia y hasta cierto punto, terror, andando entre los automóviles a metros de las mujeres y hombres envueltos en costosas pieles de animales salvajes mientras la niebla, indiferente, nos envolvía a todos como si fuera un tiempo detenido,o la muerte. Por la Vía Manín, uno de los límites de los Jardines Públicos de Milán, venían entonces dos elefantes. Digo "venían" porque yo los veía avanzar hacia mí entre los automóviles, los palacios y los bellos milaneses: ellas envueltas en preciosas pieles de lince, de visón de marmota, ellos en paños de pelo de camello y también en pieles de animales salvajes.En Milán la gente con frecuencia es elegante a demás de ser bella.Esos ciudadanos y yo veíamos el avance pausado y singular de los elefantes. Una de las aceras de la Vía Manín tiene palacios; la otra una larga barra, como la borda de un barco que se asoma a los Jardines Públicos. Los elefantes venían desde el extremos de los jardines donde se encuentra la Plaza de la República, conducidos por dos indios que gritaban palabras iniciadas con haches aspiradas. Un elefante era grande y el otro pequeño. Los dos obscuros. Pensé en un circo.Tal vez todos pensamos en un circo. Pero, curioso que elefantes de un circo se paseen por las calles sin hacer propaganda. Las cosas empezaron a aclararse cuando los elefantes envueltos en una masa de niebla, entraron con sus indios en los Jardines Públicos. ¿Los habían sacado a pasear? ¿Eran nuevos elefantes que se incorporaban al zoológico de los Jardines Públicos de Milán? ¿Eran elefantes de los Jardines Públicos y los habían llevado a ver al único veterinario capaz de curarlos que, a su vez, estaba enfermo y sólo desde la cama podía dar su diagnóstico? Lo cierto es que llegaban a los Jardines Públicos donde hay, en sus respectivas jaulas, buitres, osos, monos, dromedarios y otros animales exóticos para Milán. Todo -digo- empezaba a encauzarse dentro de los razonable para la paz de los milaneses y para mi propia paz. Entraron, como digo, los elefantes con sus indios provistos de garfios. Los milaneses y yo nos detuvimos apoyados en la borda que se asoma al mar de bestias. Casi con asombro descubrí que frente a mí, a unos veinte metros, en los Jardines Públicos, se encontraba la morada de los elefantes que viven en Milán. Junto a esa morada en forma de plazoleta cercada se halla una construcción gris verdosa, acaso -me dije- recinto en el que los elefantes se protegen cuando abandonan la plazoleta.


Desde la borda vimos los elefantes residentes, color gris perla.Llegaron los elefantes nuevos y los detuvieron frente a la verja de la plazoleta que, en un sector, se reducía a una barra más bien baja. A uno de los elefantes recién llegados, el más grande, los indios y otros hombres, presumiblemente empleados de los Jardines Públicos- lo hicieron arrodillar y pasar bajo la barra, hecho lo cual quedó aprisionado entre el edificio gris verdoso y otras verjas que delimitan un pequeño lago dedicado a los elefantes residentes.(Olvidé decir que algunos de los elefantes residentes fueron obligados a entrar en el edificio, de modo que quedó prácticamente probado que estaba destinado a los animales moradores de los Jardines Públicos). Uno de los hombres que ayudaban a los indios se ensangrentó una mano al quedar aprisionado entre el elefante recién llegado y la pared gris verdosa, cuyo revoque es muy rústico. Finalmente, sacaron del edificio a uno de los residentes, chico, gris perla y, luego de pasar arrodillado al grande, obscuro, que había llegado caminando por la calle (el chico pudo pasar por la puerta estrecha que hay junto al edificio gris verdoso) sacaron a los tres - a los dos recién llegados y a uno de los residentes- nuevamente a las calles de Milán, por la Vïa Manín, en dirección a la Plaza de la República, quién sabe con qué destino. Nadie sabe qué es exactamente un elefante. Y menos un elefante moribundo. Es posible que los dos elefantes obscuros hubieran ido a buscar a un elefante moribundo y lo llevaran a un cementerio de elefantes. Todo esto ocurrió un 5 de febrero. Mi corazón estaba acongojado y los elefantes nada tenían que ver con mi congoja.Un milanés que no había entendido nada  de la llegada, entrada y salida de los elefantes, sin mirar a ninguno de los que seguíamos los sucesos manifestó en voz alta, antes de retirarse airadamente, que esa sin duda, era "una maniobra política de esos desgraciados". Le pregunté a mi vecino quiénes era "esos desgraciados". Me contestó que no hiciera caso a ese tipo porque sin duda se trataba de un monárquico.Alentado por el incipiente diálogo le pregunté a mi vecino que habían estado haciendo con esos elefantes. "¿Qué elefantes?", me repuso el hombre mirándome fijamente a través de la niebla, y con aire ofendido se alejó bruscamente.


Sobre los párpados pesan las pisadas de los elefantes como pesadillas. Si por lo menos tuvieran alas los elefantes y no pisaran siempre como sobre una superficie gomosa, adhesiva, que apenas permite el traslado...pero no. Baten el piso con suavidad, apenas lo tocan,  apenas lo usan y, acaso, apenas pesan a fuerza de ser delicados y atemperados, como si tuvieran pudor de su enormidad, cuidado de no hacerse notar, deseo de disimularse. Los elefantes son muy delicados. Tal vez sean los únicos animales que merezcan caminar por las calles de Milán.Pero, a pesar de que quieren pasar inadvertidos, asombran al transeúnte solitario de corazón abatido. Relataré los hechos.Fue en febrero y la mañana era muy neblinosa. Yo iba pensando por la calle que el mundo ofrece una cara distinta  y única a cada uno, y que adquirir conciencia de eso es gravoso porque se trata casi de inventar cada árbol, cada rostro, cada combinación de pájaro con piedra, de burbuja con muerte, de instante con horizonte. Pensaba también que toda distracción es criminal porque dejar de ver la relación entre pájaro y piedra, por ejemplo, es como omitirla, y omitirla, obviamente,  es desestimar la importancia de la creación, o desestimar la sagrada realidad.Ir, entonces, caminando por una calle de una ciudad que no es la nuestra (lejos de nuestros muertos y de donde presumiblemente  estarán nuestros sepulcros), ir caminando como yo iba por una calle de Milán, exige una fuerte concentración a fin de que todas las partículas que flotan en el aire (siempre las hay por tenue y transparente o por neblinoso que esté)  no distraigan las dulces y sutiles interrelaciones de las cosas  que son, finalmente, los cimientos de la fascinación del mundo.Yo iba, pues, por esa calle, esa mañana de febrero, y aparecen los elefantes. Venían caminando al ritmo que caminan los cazadores en una planicie nevada. Tenían el color de la niebla. como si fueran de terciopelo gris y rellenos de plumas o simplemente inflados de aire, o mejor, de un gas apenas más liviano que el aire. Yo quise saber qué estaban haciendo esos elefantes en medio de la ciudad. Quise saberlo, pero después acepté con naturalidad su presencia porque ellos  se trasladaban con naturalidad y, aparentemente, sólo con el ánimo de caminar, como yo, por la calle en esa mañana fresca de febrero, mañana gris, de una niebla inamovible, parecida a la muerte. De pronto, la realidad exterior se convierte de objeto de nuestro testimonio en causa de nuestra libertad. Así fue como yo dejé de ver a Milán como si fuera un testigo del mundo, sino al revés, como si yo estuviera todavía sin nacer, dentro del vientre de Milán, y la niebla fuera mis aguas natales y las avenidas, los palacios, los elefantes,los automóviles y mis paisanos lombardos fuesen paredes osmóticas de mi recinto prenatal, conductos alimenticios, tráfico biológico, circunstancias placentarias, para que después pudiera yo asomarme al mundo y a las contradictorias posibilidades y a los incomprensibles hechos que componen la vida humana. O sea, que volví a estar gestado y no nacido aún, y eso que parecía ilícito para la cordura se transformaba en clave de lo que debería yo descifrar y componer a fin de convertirme alguna vez en un ser humano Porque me pareció por un instante que la niebla, semejante a la piel de los elefantes, eran los muros del recinto desde donde debía yo saltar para ver una luz que estaba en mi memoria, o, lo que es lo mismo, en mi imaginación o, lo que es igual, en mi anhelo. Y así una circunstancia, un hecho particular impregnado de magia superficial, me hizo comprender que un elefante por Milán es igual al agua fresca recién servida en un vaso, o al deslizamiento dulce y pringoso de la miel sobre los poros del pan. Y comprendí luego que estaba bien lo que iba pensando desde la tribulación de mi corazón, y es que todo,absolutamente todo, tiene en su relación secreta con nuestros ojos y nuestras lenguas, con nuestro oído y nuestra piel y el aire que respiramos, la imagen recónditamente guardada, secretamente guardada, de quien nos dio, tiene y soporta la incomprensible y sagrada razón de que estemos en el mundo. Y que, finalmente,todo, cualquier cosa, cualquier acontecimiento, no es más que una velada metáfora de Dios.

Ángel BONOMINI, Los lentos elefantes de Milán,Reverso ediciones,2004
Ángel BONOMINI, Todos parecían soñar,cuentos completos,Pre-Textos,2017 


18 abril, 2018

"Moriría por ti" Scott Fitzgerald último




Editado por  Anagrama este año contiene obra inédita  de Fitzgerald recopilada y prologada por  Anne Margaret Daniel. Son dieciocho textos, cuentos la mayoría , y algún esbozo de guion escritos entre 1920 y 1939/40. 
                                                     
No se publicaron por inacabados o porque fueron rechazados debido a la  cotización a la baja de Fitzgerald  y/o  por las restricciones editoriales que imponía la gran Depresión. Fueron  malos tiempos para  el escritor acuciado por las dudas sobre su valía profesional, las batallas  con el alcohol, las deudas, la enfermedad de  la rutilante, atormentada y finalmente trágica Zelda, y la educación de Scottie.  Muchas de estas preocupaciones afloran -veladamente,entre líneas- en las conmovedoras y sinceras cartas -hasta  al exigente Naipaul le parecen un modelo de autenticidad-que  dirige  en esos años a su hija.  
"Día libre de amor"   es un cuento inacabado con aires "chejovianos": un fragmento  que va más allá de lo escrito y deja suspendidos múltiples interrogantes y, -en este caso-, termina con un corte frívolo pero de alcance psicológico.  
A pesar de la resaca creativa, Fitzgerald, no ha perdido  la magia: ese cinturón plateado de estrellas troqueladas, inexistentes, que el lector puede seguir por "los amplios salones", es una  muestra sutil de su  brillante lirismo. 
                                                      

Día libre de amor



La tarde que decidieron casarse paseaban por el bosque, sobre un manto húmedo de agujas de pino, cuando Mary, no muy decidida propuso su plan.
-Pero ahora te veo todos los días -se quejó Sam.
-Sólo esta última semana -lo corrigió Mary-. Era para comprobar si podíamos pasar juntos todo el tiempo sin...sin...
-Sin  volvernos locos -Sam la ayudó a terminar-. querías ver si aguantabas.
-No -protestó Mary-. Las mujeres no se aburren lo mismo que los hombres. Pueden dejar de prestar atención, pero siempre saben cuando los hombres se aburren. Por ejemplo, conozco  a una chica a quien los matrimonios les duraban exactamente hasta el día que descubría que le estaba contando a su marido una historia que ya le había contado. entonces se iba a Reno. No podemos hacer lo mismo...Estoy segura de que me repito. Y somos los dos los que tenemos que aguantar.
   Incluso en ese momento repetía un gesto que a él le encantaba, una especie de tirón a la falda como si dijera:"Apriétate el cinturón chica.Que vamos...quién sabe a dónde" Y Sam Baetjer quería que lo repitiera con el mismo  vestido siempre: el vestido de lana gris claro y, a juego, los labios y el chaleco escarlata con cierre de cremallera.
   De repente Sam sospechó algo. Era de esos hombres que parecen eternamente impasibles, incluso distraídos y de pronto anuncian el resultado de una operación matemática hasta el último dígito.
-Es por tu primer matrimonio -dijo-.Yo pensaba que nunca volvías la vista atrás.
-Sólo para que me sirva de advertencia -dudó Mary-. Pete y yo estábamos tan unidos que...Tres años, hasta el día de su muerte. Yo era él y él era yo...Y al final esto sirvió de poco: yo no podía morirme con él.-Dudaba otra vez , insegura del suelo que pisaba-. Creo que una mujer debe tener en su interior un lugar al que dirigirse...,semejante a la ambición en los hombres.
Así que siempre habría un día libre de amor, un día a la semana en el que llevarían vidas geográficamente separadas. Y no hablarían de esos días: nada de preguntas.
-¿Tienes un hijo secreto? -bromeó Sam-.¿Un hermano gemelo en la cárcel? ¿Eres la agente X9? ¿Me enteraré algún día?

Cuando llegaron a su destino, una fiesta en una de esas "cabañas" exuberantes que salpican las colinas de Virginia, Mary se quitó el chaleco escarlata y, de pie ante la chimenea, en un aparte, les contó a sus amigas de infancia que se iba a casar de nuevo. Llevaba un cinturón plateado con estrellas troqueladas que, así, estaban sin estar del todo, y, mirándolas, Sam comprendió que aún no había acabado de encontrar a Mary. Por un instante anheló no haber tenido tanto éxito personal, y que Mary no fuera tan deseable. Anheló que los dos se sintieran un poco lastimados, que no quisieran separarse ni un momento. Pasó la tarde un poco triste, sin dejar de mirar las estrellas intangibles que se movían de acá para allá a través de amplios salones.


Mary tenía veinticuatro años. Hija de un catedrático, tenía la apariencia deslumbrante de una corista: pelo de bronce, ojos verdeazulados y un rubor perpetuo que casi le daba vergüenza. El contraste entre sus cualidades sociales y físicas le causó muchos problemas  en la pequeña universidad local. Se había casado con un catedrático con el que no tenía ninguna razón especial para casarse, y logró que el matrimonio fuera un éxito: tanto que estuvo a punto de morirse con su marido y, solo al cabo de dos años, reencontró las noches sin fantasmas y el azul de los cielos. Pero ahora, casarse con Baetjer,un joven excepcional que reorganizaba minas de carbón a lo largo de Virginia Occidental, parecía tan natural como respirar. Contaba con la materia prima, Mary lo sabía, sopesando las cosas con las dos manos. Y el amor es lo que tú haces con él.


Al martes siguiente volvió al pueblo de la montaña, capital del condado: la plaza de los juzgados, con un soldado de la Confederación de hierro, un cine, los habitantes, hombres y mujeres con ropa vaquera azul, y los montes de Blue Ridge elevándose como telón de fondo en tres de sus lados. Esa vez tenía la sensación de haber agotado prácticamente las posibilidades de aquel lugar: el aspecto puramente físico de su desaparición se impondría cuando en otoño Sam ocupara su escaño en el Congreso. El pueblo había sido en otro tiempo, un humilde balneario. Había un sanatorio en una de las colinas limítrofes y, un poco más arriba, el edificio central de lo que 1929 iba a convertirse en un complejo hotelero. Preguntó por el hotel y le dijeron que habían robado las camas, que el mobiliario había ido desapareciendo poco a poco. Volvió a contemplar la estructura blanca y vacía en su magnífico emplazamiento y, al final de la calle, subió en coche por pasar un rato. 


-...de todas formas, en opinión de una pobre viuda -le decía al desconocido, en el Simpson's Folly.

-En teoría -dijo el desconocido-,solo en teoría, ese tal Simpson podría haber convertido esto en el mayor complejo hotelero del país.
-Fue la Depresión -dijo Mary, que observaba la estructura vacía, elevándose sobre el risco, un caparazón del que los montañeses se habían llevado hasta las tuberías.
-También usted tuvo su depresión -aventuró el desconocido-, y mírese ahora, tan llena de confianza y esperanza, como si sólo fuera capaz de proponérselo. Y en su primer día libre, incluso en vísperas de casarse, conoce a un hombre, o a lo que queda de él. Suponga que nos enamoramos y que sube a encontrarse aquí conmigo todas las semanas. Ese día cobraría entonces más importancia que los seis días que pasara con su marido. ¿Qué me dice entonces de su plan?
   Estaban sentados, con las piernas colgando, en una balaustrada llena de grietas. Un aire cálido y primaveral soplaba desde el valle y Mary dejaba que sus tacones se balancearan y chocaran contra la piedra caliza.
-Ya le he dicho demasiado -dijo.
-¿Lo ve? Está interesada. Por lo pronto soy el hombre al que le ha contado demasiadas cosas. Es una situación peligrosa: partir de una confianza que la gente tarda semanas en ganarse.
-Llevo diez años viniendo aquí a pensar -protestó Mary-. Con quien hablo es con el viento.
-Eso creo -admitió el desconocido-. Es un viento terrible que favorece el descaro, sobre todo de noche.
-¿Vive usted aquí? -preguntó sorprendida.
-No...Estoy de visita -respondió él titubeando-.He venido a visitar a un joven.
-Que yo sepa, aquí no vive nadie.
-No, no vive nadie. El joven es...o, más bien era yo.-Se interrumpió-. Se acerca una tormenta.
   Mary lo miraba con curiosidad. Tendría unos treinta y cinco años y superaba el metro ochenta de estatura, un hombre muy delgado que hablaba despacio. Llevaba unas botas altas con cordones y una cazadora de ante a juego con unos ojos marrones que tenían algo de implacables. Cuando encendió un cigarrillo con dedos temblorosos, su aspecto recordaba la expresión cadavérica que deja una larga enfermedad.
   Diez minutos después dijo:
   -Su coche no arranca y arreglarlo llevaría cuatro horas. Puede bajar andando hasta el garaje que hay al pie de la colina. Yo la llevaré a la ciudad.
   No hablaron en el camino. Un día de ausencia voluntaria se había convertido en un largo periodo de tiempo, y Mery sentía una punzada de duda cuando pensaba en su plan. Incluso ahora, cuando se dirigían en coche a la casa de su padre por la calle principal,sólo eran las seis y tenía casi toda la tarde a su disposición.
   Pero se dio ánimos a sí misma: el primer día era el más difícil. Y hasta miraba de vez en cuando a las aceras con la esperanza pícara de que Sam la viera.Por lo menos el desconocido tenía un aire de misterio.
   -Pare en el bordillo -dijo de pronto. Acababa de ver enfrente el descapotable de Sam, que reducía la velocidad. Y, cuando los dos coches se detuvieron, se dio cuenta de que Sam no estaba solo.
   -Ahí está mi amor -le dijo al desconocido-. Parece que él también se ha tomado el día libre.
   El desconocido miró, obediente.
   La chica preciosa que lo acompaña es linda Newbold -dijo Mary-.Tiene veinte años y ya intentó ligárselo hace un mes.
   -¿Le preocupa? -preguntó el desconocido con curiosidad.
   Mary negó con la cabeza.
   -Los celos no son lo mío. Dispongo, eso sí,de una dosis extra de vanidad.

Relacionado:
Financiando a Finnegan


F.Scott Fitzgerald,Moriría por ti y otros cuentos perdidos, Anagrama, febrero 2018 



26 enero, 2018

Nicanor Parra, Chile (1914- 2018)









ADVERTENCIA AL LECTOR 

El autor no responde de las molestias que puedan
ocasionar sus escritos:
aunque le pese
el lector tendrá que darse siempre por satisfecho.
Sabelius, que además de teólogo fue un humorista
consumado,
después de haber reducido a polvo el dogma de la 
Santísima Trinidad
¿respondió acaso de su herejía?
y si llegó a responder, ¡cómo lo hizo!
¡En qué forma descabellada!
¡Basándose en qué cúmulo de contradicciones!
Según los doctores de la ley este libro no debiera
publicarse:
la palabra arco iris no aparece en él en ninguna parte,
menos aún la palabra dolor,
la palabra torcuato.
Sillas y mesas si que figuran a granel,
¡ataúdes!,¡útiles de escritorio!
Lo que me llena de orgullo
porque a mi modo de ver, el cielo se está cayendo a pedazos. 
1972
 Los mortales que hayan leído el Tractatus de Wittgenstein
pueden darse con una piedra en el pecho
porque es una obra difícil de conseguir:
pero el Círculo de Viena se disolvió hace años,
sus miembros se dispersaron sin dejar huella
y yo he decidido declarar la guerra a los cavalieri della luna.

Mi poesía puede perfectamente no conducir a ninguna parte:
"¡las risas de este libro son falsas!", argumentarán mis detractores
sus lágrimas,¡artificiales!"
"en vez de suspirar, en estas páginas se bosteza"
"se patalea como un niño de pecho"
"el autor se da a entender a estornudos"
Conforme: os invito a quemar vuestras naves, 
como los fenicios pretendo formarme mi propio alfabeto.

"¿A qué molestar al público entonces? se preguntarán los amigos lectores:
"si el propio autor empieza por desprestigiar sus escritos
¡qué podrá esperarse de ellos!"
cuidado, yo no desprestigio nada
o, mejor dicho, yo exalto  mi punto de vista,
me vanaglorio de mis limitaciones
pongo por las nubes mis creaciones.

Los pájaros de Aristófanes
enterraban en sus propias cabezas
los cadáveres de sus padres
(Cada pájaro era un verdadero cementerio volante)
A mi modo de ver
ha llegado la hora de modernizar esta ceremonia
¡y yo entierro mis plumas en la cabeza de los señores lectores!/1954

Nicanor Parra, Roberto Bolaño y el editor y crítico Ignacio Echevarría. 
Ignacio Echevarría fue comisario en 2013 de una gran exposición de Nicanor  Parra en la Biblioteca Nacional de Madrid:"PARRA.Obras Públicas". A sus visitantes las salas nos  parecieron un aquelarre surrealista de antipoesía y moverse entre los distintos soportes, - "artefactos", textos, antipoemas en la voz del poeta, dibujos, esculturas ajenas y conocidas transformadas por su palabra...-, activaba sensaciones y emociones especiales.Fue una buena ocasión para conocer mejor al poeta  chileno  y para muchos de descubrirlo  y "adoptarlo" . 
El Cultural,Ignacio Echevarría,24,5,2013,
Parra en la Biblioteca

NO CREO EN LA VÍA PACÍFICA

no creo en la vida violenta
me gustaría creer
en algo -pero no creo
creer es creer en Dios
lo único que yo hago
es encogerme de hombros
perdónenme la franqueza
no creo ni en la Vía Láctea/1971

VIVA STALIN

estos hijos de puta
no me dieron tiempo ni para ponerme el abrigo
sin decir agua va
me sacaron a punta de empellones
uno me dio un culatazo en el tórax
otro degenerado me escupió
pero yo no perdí la paciencia

me llevaron a una calle desmantelada
cerca de la estación de ferrocarril
en un furgón de los radiopatrullas
y me dijeron ahora puedes largarte

yo sabía perfectamente lo que eso quería decir

¡asesinos!
debiera haberles gritado
pero morí gritando Viva Stalin/1972


YO ME SÉ TRES POEMAS DE MEMORIA
I
Alma no me digas nada
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada

Una lámpara encendida
esperó toda la vida
tu llegada
hoy la hallarás extinguida

Los fríos de la otoñada
penetraron por la herida
de la ventana entornada:
mi lámpara estremecida
dio una inmensa llamarada.

Alma no me digas nada
que para tu voz dormida
ya está mi puerta cerrada.
.........................................../1985


WHAT IS POETRY?

todo lo que se dice es poesía
todo lo que se escribe es prosa

todo lo que se mueve es poesía

lo que no cambia de lugar es prosa/1985



LA SONRISA DEL PAPA NOS PREOCUPA

nadie tiene derecho a sonreír
en un mundo podrido como este
salvo que tenga pacto con el Diablo
S.S. debiera llorar a mares
y mesarse los pelos que le quedan
ante las cámaras de televisión
en vez de sonreír a diestra y siniestra
como si en Chile no ocurriera nada
¡Sospechoso señoras y señores!
S.S. debiera condenar
al Dictador en vez de hacer la vista gorda
S.S. debiera preguntar
x  sus ovejas desaparecidas
S. S.debiera pensar un poquito
fue para eso que los Cardenales
lo coronaron Rey de los Judíos
no para andar de farra con el lobo
que se ría de la Santa Madre si le parece
pero que no se burle de nosotros/1993

NERUDIANA

Huidobro está a la cabeza
De una maniobra internacional anti Neruda
Pero yo voy a dejar caer todo mi poder
Que es muy grande
en la cabeza del señor Huidobro

Dicho y hecho


VINCENT HUIDOBRO
Par lui même
Poète français
Né au Chili


DESDE EL RINCÓN DE MI CASA

Veo la tumba de Vicente Huidobro
Resplandecer al otro lado de la bahía

De la mañana a la noche percibo
Las señales eléctricas del poeta

Amanece y se pone con el sol



QUÉ ES POESÍA

La fundación del ser x la palabra
Poesía eres tú
Todo lo que se mueve es poesía
Lo que no cambia de lugar es prosa

Pero qué es poesía
Todo lo que nos une es poesía
Sólo la prosa puede  separarnos

Sí pero qué es poesía
Vida en palabras
Un enigma que se niega a ser descifrado x los profesores
Un poco de verdad y una aspirina
Antipoesía eres tú



Nicanor Parra, Chistes para desorientar a la poesía, Visor,2008
Nicanor Parra, Parranda Larga, Alfaguara,2010