09 septiembre, 2009

Georges PEREC/ de parte de Roberto BOLAÑO

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Roberto Bolaño anota a veces sus sueños, reales o inventados pero siempre significativos ; si sueña con Georges Perec está hablando de admiración, afecto, compasión...; si sueña con Carson Mac Cullers de admiración y erotismo;pero sueña también con Virgilio, con Mark Twain, con Baudelaire, con Franz Kafka, o Philip K. Dick...y todos esos microsueños están llenos de humor, ternura, imaginación, inteligencia... Son sueños mínimos pero para el lector de Bolaño, a veces se convierten en sugerencias "categóricas"."Soñé que Georges Perec tenía tres años y lloraba...", escribe en Tres, editado por Acantilado

Georges Perc, algunos ya le conocen y otros se enteran por primera vez de que Perec es un escritor francés, hijo de  obreros judíos polacos, huérfano desde muy pequeño; que su padre murió en la Segunda Guerra Mundial combatiendo como voluntario en el ejército francés y su madre en 1943 en Auschwitz, cuando Perec tenía siete años, porque había nacido en París en 1936. Cuando Bolaño soñaba en Blanes estos sueños era ya el año 1994 -y el escritor chileno, gravemente enfermo, necesitaba un trasplante  que nunca llegó- hacía ya 14 años que Perec había muerto aunque antes de morir le dio tiempo a escribir libros ,todos interesantes, pero alguno prodigioso y distinto, como La vida, instrucciones de uso.

Perec dijo mientras escribía La vida instrucciones de uso:

"Me imagino un edificio parisino al que se ha quitado la fachada...de modo que desde la planta baja a la buhardilla, todos los aposentos que se hallan en la parte anterior del edificio sean inmediata y simultáneamente visibles". Y en otra ocasión: "todo el libro se ha construido como una casa en la que las habitaciones se unen unas a otras siguiendo la técnica del puzzle"




"puzzle quiere decir enigma"

En la contraportada de la edición en español de Editorial Anagrama, Italo Calvino añade:
"Perec nos ofrece, en un solo libro, novelas exóticas, extravagantes, crímenes perfectos, fábulas eruditas, catálogos, atentados a las buenas costumbres, sombrías historias de magia negra, confidencias de corredores ciclistas...entrad en ese inmueble y daréis la vuelta al mundo".
Parece suficiente para iniciar la lectura. El trozo se ha elegido porque trata de un lugar muy próximo a donde "reside" este blog, y recuerda cuando la Península Ibérica era dominio musulmán a partir del siglo VIII, después de que árabes y bereberes hubieran sustituido a los visigodos y estos a los romanos...que a su vez...



CAPÍTULO II


Beaumont, 1


El salón de la señora de Beaumont está casi enteramente ocupado por un gran piano de concierto, en cuyo atril se puede ver la partitura cerrada de una famosa canción americana, Gertrude of Wyoming, compuesta por Arthur Stanley Jefferson. Un hombre viejo, sentado delante del piano, con la cabeza cubierta con un pañuelo de nailon de color naranja, se dispone a afinarlo.[...]

Fernando de Beaumont fue un arqueólogo cuya ambición fue comparable a la de Schliemann. Se propuso hallar el rastro de aquella ciudad legendaria que los árabes llaman Lebtit y que fue, según parece, su capital en España. Nadie discutía la existencia de dicha ciudad, pero la mayor parte de especialistas, fueran hispanistas o islamistas, estaban de acuerdo en asimilarla a Ceuta, en tierra africana, frente a Gibraltar, o a Jaén, en Andalucía, al pie de la sierra de Magina. Beaumont rechazaba tales identificaciones basándose en el hecho de que ninguna excavación de las llevadas a cabo en Ceuta o en Jaén había revelado una sola de las características que los relatos conocidos atribuyen a Lebtit. Se hablaba en particular de un alcázar "cuya puerta de dos hojas no servía para entrar ni para salir. Su destino era permanecer cerrada. Cada vez que, al morir un rey, otro heredaba el reino, añadía con sus propias manos una nueva cerradura a la puerta. Al final hubo hasta veinticuatro, una por cada rey". En aquel alcázar había siete salas.

La séptima "era tan larga que el arquero más diestro, tirando desde el umbral, no habría clavado su flecha en la pared del fondo". Había en la primera sala unas "figuras perfectas" que representaban a árabes "en sus rápidas monturas, caballos o camellos, con sus turbantes flotando sobre los hombros, la cimitarra sujeta con correas y la lanza enristrada bajo el brazo derecho".

Beaumont pertenecía a aquella escuela de medievalistas que se califica a sí misma de "materialista" y que llevó por ejemplo, a un profesor de historia religiosa a espulgar la contabilidad de la cancillería papal con el único fin de demostrar que el consumo, en la primera mitad del siglo XII, de pergamino, plomo y cinta de sellar había superado la cantidad correspondiente al número de bulas declaradas y registradas oficialmente hasta tal punto que, aun descontando un eventual derroche y un desperdicio verosímil, había que sacar la conclusión de que un número relativamente grande de bulas (indudablemente se trataba de bulas y no de breves pontificios, pues sólo las bulas se sellan con plomo, mientras que los breves se cierran con lacre) habían sido confidenciales, si no clandestinas. Tal fue el origen de aquella tesis, justamente célebre en su tiempo, sobre Las bulas secretas y la cuestión de los antipapas, que dio un enfoque nuevo a las relaciones entre Inocencio II, Anacleto II y Víctor IV.De modo bastante parecido demostró Beaumont que tomado como referencia no el récord mundial de los 888 metros fijado por el sultán Selim III en 1798, sino las marcas ciertamente importantes aunque no excepcionales alcanzadas por los arqueros ingleses en Crécy, la séptima sala del alcázar de Lebit había de tener una longitud de al menos doscientos metros y, teniendo en cuenta la inclinación del tiro, una altura que difícilmente podía ser inferior a treinta metros. Ni las excavaciones de Ceuta ni las de Jaén ni otra excavación alguna habían detectado la existencia de una sala de las dimensiones exigidas, lo cual permitió afirmar a Beaumont que "si aquella ciudad legendaria tiene su fuente en alguna fortaleza probable, en todo caso, no es ninguna de aquellas cuyos vestigios conocemos hoy".Al margen de esta argumentación puramente negativa, otro fragmento de la leyenda de Lebtit parece que debió de proporcionar a Beaumont una indicación sobre el emplazamiento de la ciudadela. En la pared inaccesible de la sala de los arqueros se dice que estaba grabada una inscripción que rezaba así: "Si algún día un rey abre la puerta de este alcázar, sus guerreros quedarán petrificados, como los de la primera sala, y los enemigos devastarán sus reinos."

En esta metéfora Beaumont vio una descripción de las conmociones que disgregaron los reinos de taifas y desencadenaron la Reconquista. Según él, la leyenda de Lebtit describía lo que llama "el desastre cántabro de los moros", o sea la batalla de Covadonga, en la que Pelayo derrotó al emir Alkama antes de coronarse rey de Asturias en el mismo campo de batalla.Y fue a la propia Oviedo, en el corazón de Asturias, a donde Beaumont, con un entusiasmo que le valió la admiración hasta de sus peores detractores, decidió ir a buscar los restos del alcázar legendario.

Los orígenes de Oviedo eran confusos. Para unos era un monasterio que habían construido dos monjes que huían de los moros; para otros una ciudadela visigoda; para unos terceros un antiguo castro hispanorromano, llamado unas veces Lucus asturum y otras Ovetum; por último, se decía también que el fundador de la ciudad había sido el propio Pelayo, al que los españoles llaman Don Pelayo, identificándolo con el portalanza de Don Rodrigo en Jerez, mientras que los árabes lo llaman Belai-el-Rumi, por ser, según ellos, descendiente de romanos. Estas hipótesis contradictorias favorecían los argumentos de Beaumont: Oviedo, afirmaba, era aquella Lebtit fabulosa, la más septentrional de las plazas fuertes árabes en España y, por ello mismo, el símbolo de su dominación sobre toda la Península. su pérdida había puesto fin a la hegemonía islámica en Europa occidental, y para confirmar esta derrota se había instalado Pelayo, victorioso, en ella.

Las excavaciones empezaron en 1930 y duraron más de cinco años.El último año recibió Beaumont la visita de Bartlebooth, que había ido cerca de allí, a Gijón, también antigua capital del reino de Asturias, a pintar su primera marina.

Unos meses más tarde volvió Beaumont a Francia. Redactó un informe técnico de setenta y ocho folios sobre la organización de las excavaciones, proponiendo, en particular para la explotación de los resultados, un sistema de vaciado derivado de la clasificación decimal universal, que sigue siendo un modelo dentro del género. Y el 12 de noviembre de 1935 se suicidó.



Perec, Georges.: La vida instrucciones de uso. Compactos Anagrama


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