14 febrero, 2009

DOSTOIEVSKI/La perspectiva Nevski en 1873

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DOSTOIEVSKI, (Moscú1821-San Petersburgo 1881) en "Diario de un escritor" anota impresiones de un paseo, un día  caluroso de verano, por la Perspectiva Nevski; hace  una crítica razonada de los edificios que han hecho célebre San Petersburgo, y deja transparentar su tendencia eslavófila  frente a los que veían en la occidentalización de Rusia la solución a los profundos problemas del  país.


Las páginas traen a la memoria el homenaje de un escritor contemporáneo, J.M. COETZEE, al escritor ruso en "El Maestro de Petersburgo", obra de "ficción-verdadera" que acerca al Dostoievski humano , muy implicado, afectivamente, en la violencia revolucionaria de 1869.




                                                    IV
"¡En estío tenemos las vacaciones, el polvo y el calor, el calor, el polvo y las vacaciones!Nos es penoso permanecer en la ciudad. Todos nuestros amigos han marchado...Así es que, para distraerme, durante este tiempo me he puesto a leer los manuscritos apilados en la sala de redacción.Pero no me he resignado a esta lectura más que en un segundo lugar; al principio he pasado el tiempo gimiendo, pensando en la necesidad que tenía de aire puro, de libertad temporal, en mi disgusto al encontrar las calles hostiles, llenas de no sé qué arena semejante a la tierra arcillosa pulverizada. ¡Y por eso la he tomado con las calles! ¿No es un alivio, cuando uno está de mal humor, encontrar alguien o algo culpable?

Estos días he atravesado la Perspectiva Nevski desde su acera soleada a su acera de sombra. Es preciso atravesar siempre dicha avenida con precaución, con peligro de ser aplastado.Se mira por todas partes, se adelanta despacio, se acecha un claro entre los coches que siempre cruzan en paquetes de cuatro o cinco. ¡En invierno, sobre todo es emocionante! Gracias a la blanca niebla y a la nieve algodonosa, os exponéis siempre, en el momento en que menos lo esperáis, a descubrir, a algunos centímetros de vuestro rostro, las narices de un caballo, rojas como un farol de tren, y de tren expreso, lanzado a todo vapor sobre vosotros. ¡Es una pesadilla completamente petersburguesa! Huís con el tiempo justo y, cuando habéis llegado a la otra acera, no sentís tanto la alegría de haber evitado un gran peligro como el gozo de haberlo desafiado involuntariamente. Estos días, con mi prudencia adquirida en invierno, cruzaba yo la Perspectiva Nevski; ¡Cuál no sería mi asombro al poder detenerme justamente en le centro de la calzada: ni un gato, ni un coche!Habría podido sentarme allí con una amigo y disertar interminablemente sobre la literatura rusa. Con aquel calor y aquel polvo no veía más que huellas de ruedas hundiendo el suelo y casas en construcción o en reparación -las fachadas de las casas peterburguesas se reparan más por chic que por el deseo de mejorarlas realmente-.Lo que siempre me llama la atención en la arquitectura de nuestra capital es su falta de carácter y esa mezcla de casuchas de madera ruinosas, pegadas a edificios imponentes y pretenciosos; esto produce el efecto de montones de maderos mal labrados, comadreando con verdaderos palacios. Pero estos mismos palacios carecen absolutamente de un verdadero estilo. ¡También esto es muy peterburgués!


Desde el punto de vista arquitectónico, nada más absurdo que Petersburgo. Es una mezcla incoherente de todas las escuelas y de todas las épocas. Todo es prestado y todo está deformado. Entre nosotros las construcciones son como los libros. Lo mismo en arquitectura que en literatura nos hemos asimilado todo cuanto nos llegaba de Europa, permaneciendo prisioneros de nuestros inspiradores. Ved el estilo o, mejor la falta de estilo de nuestras iglesias del siglo pasado, no tienen carácter alguno. Aquí la copia miserable del estilo romano a la moda en el comienzo de nuestro siglo; allí el "Renacimiento", tal como lo concibió el arquitecto T...,que pretendió haberlo renovado durante el último reinado. Más lejos aparece el "bizantino". Pero mirad hacia otro lado y encontraréis el estilo del tiempo de Napoleón I, pesado, falsamente majestuoso y, sobre todo, profundamente aburrido, algo grotesco, cuyo gusto se desarrolla al mismo tiempo que el de las abejas de oro y otros adornos de una belleza análoga.Ahora, volveos. Lo que veis ahí son palacios pertenecientes a nuestras familias de la nobleza. Han sido alzados según los modelos italianos y franceses (de antes de la Revolución). He ahí otros más antiguos, que recuerdan los palacios de Venecia. ¡Dios mío, qué melancólico será leer sobre ellos, más adelante: "Restaurante con jardín" u "Hotel francés"! En fin, he aquí enormes construcciones completamente contemporáneas; en ellas triunfa el estilo yanqui: son edificios enormes que encierran centenares de habitaciones y ponen al abrigo industriales empresas. Vese en seguida que también nosotros tenemos hoy nuestros ferrocarriles, y nos hemos convertido en "hombres de negocios".

Después de esto, intentemos definir nuestra arquitectura: es un caos que corresponde perfectamente al caos del momento actual. Pero de todos los estilos empleados, ninguno es tan lamentable como el que hoy prevalece.Allí dentro hay de todo: estas inmensas casas de rendimiento, de muros de cartón y extrañas fachadas, poseen balcones "rococó" y ventanas semejantes a las del palacio de los Dogos; no sabrían suprimir un "ojo de buey" y son invariablemente, de cinco pisos. Pero me diréis: "Querido, deseo absolutamente gozar de una ventana tan bella como la que tenían los dogos". ¡Caray! Yo valgo tanto, seguramente, como un dogo. También es necesario disponer de cierto número de pisos para amontonar a los arrendatarios que me proporcionarán el interés de mi dinero. ¡No puedo, por una vana cuestión de gusto, dejar mi capital improductivo!
Es bastante curioso que este capítulo, en donde yo empiezo hablando de manuscritos, me haya conducido a una disertación sobre cosas algo distintas."


DOSTOIEVSKI,F.:Diario de un escritor.
nº 1262 Austral.

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